lunes, 20 de diciembre de 2010

¡Viva el Papa!. ¡Viva el Rey!

La Pimpinela escarlata. Las palabras y su ortografía han supuesto siempre una expresión de lo que el hombre piensa del concepto que las representa, así como del respeto que en su caso debe rendirle. Hoy vivimos en su sociedad relativista en la que “secularizamos” demasiado los símbolos y parece que les queremos hurtar su grandeza como si fueran algo hueco, sin sentido, como si no existiese diálogo entre la manifestación con la que los expresamos y la realidad que late dentro sus formas. Este parece ser el camino para devaluarlos: primero le hurtamos su grandeza y luego le robamos su significado...

Y esta reflexión de hoy viene a cuento porque el Rey no es un “rey” por más que venga ahora algún iluminado en la nueva ortografía a querer pretenderlo, el Rey no es un Rey de la misma forma que un lechero es un lechero. El Rey es algo más que una minúscula, el Rey, como expresa el Art. 56 de la Constitución, es “el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia”, y personalmente creo que el símbolo de la unidad y permanencia del Estado español, en un sentido tanto sincrónico como diacrónico, bien merece una mayúscula con la que expresar el respeto que le debemos y el orgullo de la pertenencia a la realidad que representa. Siempre escribiré pues Rey con mayúscula y siempre Le guardaré el respeto debido –Le con mayúscula nuevamente porque me estoy refiriendo a Él-.

Ni qué decir del Papa, que ya no es que represente a un estado -que también: el Vaticano- sino a toda la Iglesia, es más: es la Cabeza visible de Cristo en la tierra, y eso creo que merece el respeto de no trivializar los símbolos de la religión ni del estado, como pretende una “real academia de la lengua” venida a “progre”, a ver qué gracia les hace que cuando nos refiramos a ella lo hagamos en minúsculas… Dicho sea esto con todo respeto y cariño a la Real Academia por antonomasia, aunque de “Real” haya demostrado en esto poco, no sé qué pensaría Felipe V, quien aprobó su constitución y la colocó "bajo su amparo y real protección"…

Ya sólo me queda despedirme con un sonoro -hoy más que nunca-: ¡Viva España, viva el Rey! y por supuesto: ¡Viva el Papa!



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