Si existe una personalidad ejemplar entre la realeza española es la de Su Alteza Real Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, el que debía convertirse en Rey Juan III, pero que debido a las circunstancias políticas del momento no pudo subir al trono, cuando, de seguro, habría sido un gran Rey de España por su valentía, su preparación y sus profundas convicciones democráticas.
Pero como es este país llamado Reino de España, cuyos políticos y periodistas, en su mayoría aparente, dan continuamente muestras de un espíritu republicano de lo más ruin y putrefacto, los unos por su actitud corrompida y la usurpación de la soberanía popular, que sustraen al pueblo del que emana, teóricamente, sin considerar que precisamente este pueblo debería ejercerla muchas más veces de forma directa sin delegar tantas facultades -que aquellos se autoatribuyen íntegramente- tutelando una voluntad nunca consultada realmente, y los otros por atacar de forma masiva a los fundamentos de este estado, esencialmente monárquico por ser la Monarquía su estructura fundamental, la única forma de estado capaz de mantener la unidad nacional y la estabilidad a través de los siglos, por la legitimidad histórica que la justifica, mientras se prestan al juego interminable de poner en duda todos los valores, pero sobre todo él de la institución monárquica, así como por dañar la imagen de sus máximos representantes.
Es un ejercicio vil del periodismo intentar manchar la buena imagen y la memoria del padre del Rey, el Rey Padre, que tanto luchó por el restablecimiento de la democracia en España y que tanto se sacrificó por la Monarquía aceptando el dictado del General Franco, autoproclamado regente del Reino de España, y educador autoimpuesto del hijo de Don Juan y actual Rey Don Juan Carlos I, al que Franco designó sucesor a título de Rey despreciando las reglas dinásticas e históricas de legítima sucesión en el Trono.
Los periodistas, inmersos en búsquedas de corruptelas financieras de los políticos de espíritu republicano y gestores del Reino, parecen haber entrado en una espiral de fuerzas destructivas, pues no se limitan a descubrir la verdadera y actual podredumbre de la clase política, sino buscan la manera de desestabilizar el país entero atribuyendo a la Realeza hechos que no son tales y que nada tienen que ver con las actuaciones de la clase política.
Todos sabemos muy bien que la Familia Real pasó por muchas penurias durante su exilio, entre otras porque antaño la realeza no hizo previsiones para tales circunstancias nunca antes imaginadas. La Familia Real española no pudo amasar riquezas durante el exilio, entre otras porque las que había tenido quedaron en España y fueron requisadas por la república y el régimen franquista. Que Don Juan podría haber tenido cuentas en Suiza no sería nada extraño ni ilegal, entre otras porque Suiza era el país preferido por las Familias Reales exiliadas. tener una cuenta en Suiza no es sinónimo de corrupción, y en aquellos tiempos la Familia Real ni percibía fondos del estado español ni contaba con asignación alguna de entidades públicas.
Nosotros como monárquicos tenemos que manifestar nuestro estupor ante este intento de arrastrar a Don Juan y su memoria al marasmo de la corrupción política en España. No sólo es algo completamente injustificado, sino es inconcebible que se intente usar al difunto padre de Su Majestad el Rey para desestabilizar a la institución monárquica dañando su impecable imagen y su prestigio como si con ello resultara más fácil presentar a la Monarquía como una institución inválida para encarnar el estado.
La pérdida del respeto a la propia historia e intentar acabar con el orden monárquico y democrático actual es una actitud enfermiza y autodestructiva difícilmente comprensible. Sería deseable que la política y los medios de comunicación apliquen más el sentido común para garantizar la defensa de valores fundamentales que vertebran a las sociedades europeas actuales y que ayudan a encontrar el camino más adecuado para progresar y superar las crisis de la política y la economía.
Don Juan de Borbón siempre ha sido un ejemplo para España y los españoles. Resaltemos, por tanto, los altos valores que guiaron a Don Juan en su lucha por la democracia y la restauración monárquica, porque estos son los valores que garantizarán nuestro futuro como país, como nación y como sociedad.