viernes, 26 de diciembre de 2008

Misiva Navideña de S.M. el Rey de España





A
diferencia del año pasado, esta vez el mensaje navideño de S.M. el Rey ha tenido un contenido de mayor calado, auqnue se limitó básicamente a tres cuestiones:

"Un año 2008 intenso en acontecimientos, del que quisiera detenerme en tres asuntos de especial relieve, como son el Treinta Aniversario de la Constitución; la lucha contra el terrorismo; y la crisis financiera y económica generalizada que atravesamos."

Nunca está de más enfatizar que gracias a nuestra Constitución, "España ha vivido por primera vez treinta años de democracia plena, que coinciden con los de mayor progreso y modernización en nuestra Historia", un hecho que demasiados políticos pasan por alto -intencionadamente- para crispar a la población y exigir una reforma constitucional que ni interesa a la mayoría del pueblo ni es necesaria. "Por eso," -sigue el Monarca- "estos treinta años de Constitución deben servirnos, no sólo para felicitarnos por lo mucho conseguido, sino sobre todo para llenarnos de energía y de confianza en nuestra capacidad de presente y de futuro para seguir avanzando como gran Nación." Estos apuntes, que S.M. el Rey hace todos los años, son importantes, porque la Constitución se redactó precisamente por el deseo del Rey de democratizar España y dar al país un marco legal que garantice estabilidad y continuidad. Él mismo se considera, no en vano, guardián de la Constitución, mientras que bastantes políticos, a pesar de haber jurado filedidad a la Constitución, sólo piensan cómo pueden acabar con ella y eluden su aplicación en todo el territorio nacional.

Es precisamente esa "capacidad para resolver problemas y alcanzar nuevos objetivos con sentido de Estado. Para engrandecer y rejuvenecer día a día nuestra vida colectiva, llenando el corazón de nuevas esperanzas a todos los españoles, mediante planteamientos integradores y solidarios." Una capacidad que la clase política actual parece haber perdido, por lo que S.M. el Rey hace bien en recordar de lo que fueron capaces al redactar la Constitución. En este sentido hace un llamamiento a que "debemos promover una cultura política de ilusión, unidad y responsabilidad, que despierte en todos, jóvenes y mayores, un renovado interés por los asuntos públicos, favoreciendo el mejor conocimiento de lo que nuestra Constitución representa para nuestra convivencia y nuestras vidas", pues no hay que olvidar que tenemos

"Una Constitución que, construida sobre la concordia y el consenso, el respeto mutuo y la tolerancia, recoge las mejores conquistas de toda democracia avanzada, articula nuestra diversidad territorial, y asegura nuestra estabilidad y progreso.

Sus reglas, valores y principios, son hoy nuestra principal fuente de fortaleza como Nación moderna, unida, solidaria y diversa, pues a todos nos guían y amparan para seguir avanzando en paz hacia nuevas metas."
Después de enumerar los altos valores de la Carta Magna española, el Rey pasó a hacer mención, como prácticamente todos los años, del problemna del terrorismo, que no puede tener cabida en una sociedad democrática, libre y plural como la española, que de forma masiva rechaza su existencia y condena sus actos, y así recordó que "vienen especialmente a mi memoria en estas fechas navideñas los nombres de todas y cada una de las víctimas del terrorismo, cuyos familiares están marcados por un dolor que en estas horas siempre rebrota con profundidad e indignación."

El terrorismo sólo sigue teniendo relevancia en la política nacional por dejación de los que nos gobiernan, por haber ayudado a la banda terrorista y sus brazos políticos para reafirmarse en sus propósitos y llevar a cabo unas "negociaciones" sin legitimidad alguna, por la mera acción violenta e intimidadora que ha hecho que el algunas provincias españolas no se pueda vivir en plena libertad y sin poder expresar libremente las opiniones por tener que temer ser perseguido y amenazado por los que no aceptan el orden constitucional. La Familia Real siempre ha estado al lado de las víctimas del terrorismo, como es lógico y natural, pero no está en sus manos tomar las medidas para evitar futuras desgracias. Eso sí, S.M. el Rey siempre cumple con su deber de recordar a las autoridades de turno que hagan todo lo posible por resolver esta situación anormal.

Después de agradecer a "las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, a nuestras autoridades policiales y judiciales, así como a las de Francia," los importantes esfuerzos hechos para acabar con el terrorismo, dijo estar "convencido de que, con unidad, voluntad y determinación, el final del terrorismo estará cada vez más cerca."

Y, finalmente, se refirió a la crisis económica manifestando que "más allá de la frialdad de las cifras, me preocupan muy especialmente las numerosas personas que en nuestro país han perdido su empleo. Me preocupan sus familiares y tantos jóvenes que no encuentran trabajo. También cuantos ven amenazados o truncados sus proyectos y aspiraciones", aunque no esté en manos del Rey remediar esta situación, sino del ejecutivo y de las empresas, una crisis de dimensiones internacionales que hace necesarios "los esfuerzos de nuestras autoridades nacionales, europeas e internacionales por corregir desajustes y adoptar medidas que, con el diálogo y la colaboración de nuestros agentes económicos y sociales, deben centrarse en recuperar la confianza, en respaldar la actividad diaria de nuestro tejido productivo, y llegar a nuestras familias y ciudadanos".

En relación con esto recuerda que los objetivos a alcanzar "requieren del concurso y del empeño del conjunto de nuestras fuerzas políticas, económicas y sociales"porque "juntos podremos vencer problemas y dificultades si actuamos con realismo, rigor, ética y mucho esfuerzo, anteponiendo siempre el interés general sobre el particular, buscando acuerdos y soluciones con generosidad, responsabilidad y amplitud de miras".

Esta cooperación entre todos realmente no existe en el ámbito político, sobre todo cuando el gobierno socialista se dedica más a poner todo tipo de trabas a aquellas comunidades autónomas que están gobernados por el Partido Popular, donde sí se hacen muchos más esfuerzos por consolidar medidas que garanticen estabilidad y crecimiento de la economía y del empleo.

Es la inteligencia que falta a algunos y que anteponen intereses de partido o de tipo ideológico, pues acierta el Rey al decir que "despleguemos con inteligencia y tesón nuestra bien probada capacidad de superación, tirando del carro en la misma dirección, aportando cada uno su grano de arena".

Evidentemente, "no hay recetas mágicas. Para volver a crecer de forma sostenible, necesitamos más eficiencia y competitividad, más innovación tecnológica, y elevar la educación y preparación de nuestros jóvenes, cuyo compromiso con la sociedad es un activo insustituible".

Otro punto que preocupa a muchos es que España ha perdido relevancia en el ámbito internacional, "por eso, hoy más que nunca, importa el papel internacional de España, de nuestras instituciones, empresas y profesionales, para asegurar nuestro crecimiento, bienestar y seguridad".

"La acción exterior debe ser lo más consensuada y coordinada posible, dirigida a fortalecer posiciones en la Europa a la que pertenecemos, preparando desde ahora la Presidencia española de la Unión Europea en 2010", algo que el gobierno del señor Rodríguez Zapatero parece olvidar, como también olvida que favorecer lazos con regímenes no precisamente democráticos contraviene los intereses europeos. Miedo me da lo que pueda hacer durante esa presidencia europea en 2010, así que no está mal que el Rey recordara este punto tan importante. En en este contexto resalta titular de la Corona:

"También debemos dar un nuevo impulso a nuestras relaciones con los Estados Unidos, intensificar nuestros sólidos vínculos con Iberoamérica y con el Mediterráneo, y mantener nuestra proyección en África y Asia, junto a nuestra cooperación con los países menos favorecidos."

S.M. el Rey no se olvida tampoco de mencionar otros temas serios y urgentes:

"Por otro lado, no olvidemos que junto a los progresos que vamos acumulando se plantean situaciones y problemas sensibles que a todos nos incumben y requieren de la dedicación y coordinación de autoridades, instituciones y sociedad civil. Cada año recuerdo algunos de ellos, como la discapacidad, las graves enfermedades, la drogadicción, la violencia de género o los accidentes de tráfico."
"Aseguremos asimismo los derechos humanos, la dignidad y la igualdad de las personas, sin discriminación por razón de ideología, raza, creencias o sexo."
Finalmente, el Monarca quiere animar a todos no perder las ganas de trabajar por mejorar la situación: "Hemos logrado salir adelante con fuerza de otros periodos complejos y reemprender el camino aún con mayor dinamismo."

España es un país que merece el orgullo de sus ciudadanos y cuya trayectoria de los últimos 30 años justifica poder estar "satisfechos de lo que somos, de nuestros esfuerzos, de muchas realizaciones y nuevos éxitos, incluidos los deportivos tan abundantes en este 2008".

Para terminar llama tres veces a la confianza:
  • "Confianza en la labor y solidez de nuestras instituciones, en la capacidad de nuestros empresarios, profesionales y trabajadores, así como en la indudable mayor preparación y empuje de nuestros jóvenes.
  • Confianza en la fuerza creativa de nuestra cultura rica y diversa, en la capacidad de nuestros centros docentes y de investigación, o en el creciente peso del español en el mundo como segunda lengua de comunicación internacional.
  • Confianza, en suma, en todos y cada uno de los hombres y mujeres que, día a día, desde los distintos rincones de España, la hacen crecer y mejorar con su honrado trabajo y admirable empeño."
En resumen, ha sido un discurso de llamamiento a la unidad y la sensatez, la cooperación entre instituciones y fuerzas políticas y económicas y la confianza en el futuro para que no decaigan los ánimos y resulten inútiles los esfuerzos por superar la crisis y los problemas actuales. Ha sido un discurso perfectamente enmarcada en el papel moderador de la Corona con mensajes claros a los responsables políticos. Gracias, Majestad, y Feliz 2009.

El discurso completo aquí.


sábado, 20 de diciembre de 2008

¡Feliz Navidad!

A todos los lectores y amigos de Monarquía Europea:

¡Feliz fiesta de la Natividad de Nuestro Señor Jesu Cristo!

¡Que el Rey de Reyes nos proteja y nos guíe!

martes, 9 de diciembre de 2008

Comunicado de Prensa sobre las manifestaciones de Tardà

NOTA DE PRENSA

La Asociación Monárquica Europea quiere expresar su más enérgico rechazo a las incalificables palabras del diputado Tardà, de ERC, en las que además de calificar de "corrupto" al Tribunal Constitucional, clamaba por la muerte de S.M. el Rey, para terminar dando vivas a la república, mientras que en el mismo acto se mostraron banderas anticonstitucionales. 

La Asociación Monárquica Europea observa con creciente preocupación las actividades cada vez más radicales y sectarias de partidarios de la república, que con sus actos contrarios a la Constitución y a la Monarquía consagrada en la misma y votada por la mayoría de los españoles, no dudan en manifestarse de manera extremista y totalitaria para imponer sus ideas minoritarias, a pesar de que la mayoría de los ciudadanos respetan el orden constitucional surgido en 1978 y se sienten representados por el Rey como símbolo y permanencia de la Nación española.

Sería deseable que los responsables de las principales instituciones del Estado no intentarán minimizar o silenciar por interés político, manifestaciones tan graves como las acaecidas, al mismo tiempo que el Gobierno debería instar al Fiscal General del Estado a investigar lo sucedido por si la declaraciones del diputado de ERC son constitutivas de delito contra la Corona o el Tribunal Constitucional y actuar en consecuencia.
 
Desde la Asociación Monáquica Europea lamentamos que se produzcan actos como los que se vienen sucediendo en los últimos tiempos y que intentan confundir y engañar sobre la importancia de la Constitución de 1978 y el valor de la Monarquía, gracias a las cuales los españoles hemos conseguido en estos últimos treinta años las más altas cotas de libertad, paz y desarrollo económico y social, al igual que el resto de Monarquías Parlamentarias que existen en el mundo y que, no es casualidad, representan a los países más desarrollados.
Asociación Monárquica Europea
Departamento de Comunicación y Relaciones Institucionales

sábado, 6 de diciembre de 2008

Trigésimo aniversario de la Constitución Española

El aniversario de hoy es importante. La Constitución Española de 1978 cumple tres décadas de vigencia.

Se trata de un aniversario que debería significar la llegada de la madurez, la consolidación definitiva de un sistema constitucional y de la mentalidad democrática del pueblo al que debe servir de código de conducta, de marco legal para un ordenamiento propio de un estado de derecho organizado como monarquía parlamentaria.

Pero la situación es muy diferente. El orden constitucional de 1978 sufre un desgaste galopante, no por la insuficiencia que podría peresentar el texto fundamental del Reino de España, sino por la falta de voluntad de los políticos de hacer de la Constitución un instrumento útil para la convicencia en lugar de ir desmontándola paulatinamente y poner en duda la vigencia de los derechos que pretende garantizar.

Se trata de una constitución para la que los diputados de la asamblea constituyente tomaron como base diversas constituciones democráticas europeas occidentales para que sirviera, al igual que los textos de referencia, como garante del sistema democrático constitucional.

De hecho, el texto constitucional no ha sido desarrollado plenamente, precisamente por la falta de voluntad de los políticos. Aún quedan competencias por transferir, no sólo del estado a las autonomías, sino en mucho mayor grado de las autonomías a los ayuntamientos. Pero se trata de no perder poder, no de servir a los ciudadanos.

La Constitución no ha sido reformado prácticamente nunca desde su promulgación. (hubo algún aspecto relativo a la Unión Europea). Sin embargo, hay aspectos reformables, como las competencias autonómcas o  la protección de determinados derechos como la educación en lengua española desde el preescolar hasta el bachillerato y la universidad o el acceso a la función pública en igualdad de condiciones en todo el territorio del Reino de España.

La Constitución de 1978 realmente es una constitución muy completa. Las disposiciones constitucionales son lo suficientemente amplias como para poder desarrollarla en plenitud y sin necesidad de reforma, ya que muchos temas de relevancia son susceptibles de ser definidos por leyes orgánicas.

Con la discusión se pretende, en realidad, provocar un cambio tan radical que haga necesario convocar una nueva asamblea constituyente, con lo que la izquierda quiere conseguir que se discuta incluso la forma del estado para acabar con la monarquía parlamentaria y eliminar esa institución de garantía democrática y control que es la Corona y acabar con esa odiada "indisolubilidad de la unidad de España" para satisfacer los anhelos irracionales de los separatistas catalanes, vascos y gallegos de hacer pedazos un país que disfruta de una unidad nacional desde hace más de 500 años.

En una ocasión, el presidente autonómico de Andalucía dijo que se debería poder reformar con más facilidad como es el caso de Alemania, pero con esa opinión sólo demuestra que primero no entiende nada de la situación alemana y en segundo lugar es poco democrático pretender cambiar la Constitución al antojo de las mayorías existentes. Alemania no tiene constitución, sino una Ley Fundamental, una pseudo-constitución, promulgada en 1949 tras la división efectiva de las zonas de ocupación occidentales y la zona soviética, por concesión graciosa de las tres potencias vencedoras occidentales EE.UU., Gran Bretaña y Francia, que habían decidido dividir Alemania en virtud de los Acuerdos de Yalta y en desprecio de la soberanía del pueblo alemán que entonces y hasta 1990 prácticamente no existía, una Ley Fundamental que establecía que tras la reunificación se debía elegir una asamblea constituyente para que sea el pueblio alemán quien votara una nueva Constitución, precepto incumplido al igual que la trampa de la reunificación (parcial) con Alemania central (la antigua RDA comunista) mediante una adhesión a la República Federal de Alemania.

Pero antes de reformar la Constitución, hay muchos otros problemas por resolver. Nuestros políticos harían mejor en no gastar sus energías en discusiones inútiles sobre reformas constitucionales y estatutarias o en hablar o no hablar con bandas terroristas sobre si se impone o no una independencia de una región que nunca ha sido un país independiente (discusiones que por otra parte son completamente contrarias a la Constitución que no permite la secesión territorial). Lo que desea el pueblo español es que pueda vivir en paz, en prosperidad y sin preocupaciones vitales como empleo, educación de calidad, estabilidad política y libertad en todos los ámbitos.

La antigüedad de una constitución no es sinónimo de haber sido superada por el tiempo. La constitución del Gran Ducado de Luxemburgo demuestra que las constituciones están pensadas para perdurar en el tiempo sin mayores reformas. Creo que en pocos países se discute tanto sobre la Constitución como en España, porque en pocos países se quiere acabar con la propia nación para sumirla en el caos. Desearía que nuestros gobernantes leyesen la Constitución y que se atuviesen a ella, porque así lo quiso el pueblo español en 1978. Pocas veces en estos 30 años he visto tanto infantilismo político como en la actualidad. Se polemiza sobre cuestiones que ni tienen que ver con los problemas actuales ni aportan nada a la convivencia y a la prosperidad del país. La Constitución de 1978 aún la hicieron hombres con cierta grandeza, con formación, con cultura y con valores, algo que queda reflejado en el discurso que pronunció Su Majestad el Rey el día de la promulgación. Los políticos actuales sólo muestran desprecio hacia la Constitución, expresión de su incultura, su falta de mentalidad democrática y su nulo interés por servir a la sociedad española y al progreso.

Para terminar adjunto el discurso de promulgación de Su Majestad el Rey. Las palabras del Rey lo dicen todo.

Discurso de promulgación
Pronunciado por S. M. el Rey Don Juan Carlos I, ante las Cortes, el 27 de Diciembre de 1978

Señoras y señores Diputados,Señoras y señores Senadores:

Como expresión de los momentos históricos que estamos viviendo, y cuando acabo de sancionar, como Rey de España, la Constitución aprobada por las Cortes y ratificada por el pueblo español, quiero que mis palabras, breves y sencillas, sean ante todo de agradecimiento hacia los miembros y grupos de estas Cámaras que han elaborado la norma fundamental por la que ha de regirse nuestra convivencia democrática.

Y para proyectar hacia el futuro este sentimiento de gratitud por la labor realizada, formulo mi más sincero deseo de que todas las fuerzas políticas vean cumplidas cuantas esperanzas han depositado en el texto constitucional, a la vez que confío en su buena volutad para aceptar y ejercer la responsabilidad que en su aplicación les corresponde.

Mi saludo, también, al Gobierno de la Nación, a la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo, a la Junta de Jefes de Estado Mayor, a las representaciones de los Altos Organismos e Instituciones del Estado, así como a las religiosas y del Cuerpo Diplomático que hoy se encuentran aquí.

En todos ellos quisiera significar el reconocimiento hacia las distintas Instituciones que, de una u otra forma, han contribuido a esta empresa colectiva que ahora culmina, y concretar el mensaje de paz y solidaridad de los españoles hacia las demás naciones de la Tierra.

Y gracias, por fin al pueblo español, verdadero artífice de la realidad patria, representado por las distintas fuerzas parlamentarias, y que ha manifestado en el referéndum su voluntad de apoyo a una Constitución que a todos debe regirnos y todos debemos acatar.

Con ella se recoge la aspiración de la Corona, de que la voluntad de nuestro pueblo quedara rotundamente expresada. Y, en consecuencia, al ser una Constitución de todos y para todos, es también la Constitución del Rey de todos los españoles.

Si ya en el mismo instante de ser proclamado como Rey señalé mi propósito de considerarme el primero de los españoles a la hora de lograr un futuro basado en una efectiva concordia nacional, hoy no puedo dejar de hacer patente mi satisfacción al comprobar como todos han sabido armonizar sus respectivos proyectos para que se hiciera posible el entendimiento básico entre los principales sectores políticos del país.

Pienso que este hecho constituye el mejor aval para que España inicie un nuevo período de grandeza.

Y hoy, como Rey de España y símbolo de la unidad y permanencia del Estado, al sancionar la Constitución y mandar a todos que la cumplan, expreso ante el pueblo español, titular de la soberanía nacional, mi decidida voluntad de acatarla y servirla.

Importante es el paso que acabamos de dar en la evolución política que entre todos estamos llevando a cabo. Importante es la aprobación de una Ley básica como la que hoy he sancionado y que constituye el marco jurídico de nuestra vida común; pero pensemos que la ruta que nos aguarda no será cómoda ni fácil, y que, al recoger el fruto de la etapa que se cierra, debemos abrigar también la ilusión de no desfallecer en nuestro empeño, el propósito de no ceder terreno al desánimo y la seguridad de mantener el pulso necesario para sortear escollos y dificultades.

Si hemos acertado en lo principal y lo decisivo, no debemos consentir que diferencias de matiz o inconvenientes momentáneos debiliten nuestra firme confianza en España y en la capacidad de los españoles de profundizar en los surcos de la libertad y recoger una abundante cosecha de justicia y de bienestar.

Porque si los españoles sin excepción sabemos sacrificar lo que sea preciso de nuestras opiniones para armonizarlas con las de otros; si acertamos a combinar el ejercicio de nuestros derechos con los derechos que a los demás corresponde ejercer; si postergamos nuestros egoísmos y personalismos a la consecución del bien común, conseguiremos desterrar para siempre las divergencias irreconciliables, el rencor, el odio y la violencia, y lograremos una España unida en sus deseos de paz y de armonía.

De acuerdo con estos propósitos, la Monarquía, que como Institución integradora debe estar por encima de discrepancias circunstanciales y de accesorias diferencias, procurará en todo momento evitarlas o conjugarlas para extraer el principio común y supremo que a todos debe impulsarnos: lograr el bien de España.

Los pueblos de España tienen planteadas grandes demandas en el orden del reconocimiento de sus propias peculiaridades, del trabajo, de la vida familiar, de la cultura y la igualdad efectiva de las oportunidades en el ejercicio cotidiano de la libertad.

A todo ello hemos de consagrar nuestros esfuerzos en el tiempo que se avecina.

Íntimamente identificados con el pueblo, siempre cerca de él, en contacto directo con sus preocupaciones y urgencias, podremos garantizar para el futuro el orden social justo a que todos aspiramos.

Al reiterar a todos mi agradecimiento y mi satisfacción, quiero terminar expresando el orgullo que siento por estar al frente de los españoles en estos tiempos decisivos en que nuestras miradas deben dirigirse al porvenir con fe, con optimismo, con decisión y valentía, con la más ilusionada de las esperanzas.

El día de mi proclamación tuve ocasión de decir que el "Rey es el primer español obligado a cumplir con su deber".

Por eso repito ahora que todo mi tiempo y todas las acciones de mi voluntad estarán dirigidas a este honroso deber que es el servicio de mi Patria.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Trigésimo tercer aniversario de la Coronación de S.M. el Rey

Hoy (27-N) hace treinta y tres años se celebró en la Iglesia de San Jerónimo el Real la solemne ceremonia de entronización del nuevo Rey de España, oficiada por el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Cardenal Vicente Enrique y Tarancón, cinco días después de la Proclamación de Don Juan Carlos I como Rey de España ante las Cortes Generales.

En la homilía de la coronación pronunciada por el cardenal, Tarancón ya adelantó la ruptura con el franquismo y el comienzo de una nueva época democrática. Sus palabras fueron reforzadas después por S.M. el Rey durante el almuerzo ofrecido a los altos dignatarios que habían acudido a Madrid para asistir a la ceremonia.

Que la izquierda se atreva a acusar al Rey de ser un reducto del franquismo a eliminar no es sino una demostración de lo poco que sabe o quiere saber de la historia. El día de la consagración de la Corona quedó más claro que nunca que la España de Don Juan Carlos I sería muy diferente a la que acabó con el fallecimiento del Generalísimo.

El consenso y sentido común que se desprendían tanto de la homilía de Tarancón como de las palabras pronunciadas posteriormente por S.M. el Rey lamentablemente son vilipendiados por el actual gobierno de Zapatero y sus aliados separatistas catalanes, vascos y gallegos. No estaría mal que se volvieran a leer los discursos de hace 33 años para tener presente lo que ha sido el buen hacer del Rey y de los políticos de entonces.

Al contrario de muchas otras Monarquías, en España el Rey no es coronado, aunque se viene a denominar la celebración de la consagración de la Corona como "coronación". La actual corona real data de tiempos del Rey Carlos III y tiene un valor meramente simbólico, ya que por su tamaño sería también imposible ceñirla sin más.

¡Por España, todo por España!

¡Viva España! ¡Viva el Rey!

domingo, 23 de noviembre de 2008

La Monarquía española y las libertades

por José María Marco
Historiador


Entre las conmemoraciones que se han venido celebrando estos días no debería faltar alguna alusión a los veintitantos años de adhesión a la Monarquía del Partido Socialista Obrero Español. No es pequeña cosa. Hasta mediados de los años 70 el PSOE se decía republicano. En su programa figuraba la instauración en España de una República, es de suponer que la Tercera. Incluso exhibía como propia la bandera de la República. Se deduce que seguía aspirando a representar aquellas fuerzas sociales -campesinos, obreros y burguesía progresista, en la fraseología habitual- siempre excluidas del sistema político español, pero sin las cuales el sistema no alcanzaba nunca a estabilizarse del todo.

Frente a esa aspiración, la Corona era el símbolo de un sistema excluyente y arcaico, uno de los obstáculos tradicionales a la modernización y al progreso de España. Al aceptar la Monarquía, el PSOE se apartaba definitivamente de esta antigua doctrina. Por primera vez en su historia, se declaraba leal y firmemente adscrito al parlamentarismo o, si se prefiere, a la democracia liberal.

Esta mutación ideológica y política no se hizo sin segundas intenciones. Al aceptar la institución de la Corona, el PSOE no se declaraba adscrito sin más a la idea monárquica. Más bien prestaba a la Corona un respaldo que la Monarquía se veía obligada a aceptar si quería demostrar su propia lealtad parlamentaria y democrática. El PSOE respaldaba así una Monarquía a la que los socialistas servían de legitimación última. Así es como a Don Juan Carlos se le pudo llamar el rey de los republicanos. Primero porque con el nuevo Rey llegó la reconciliación entre españoles enfrentados a muerte en los años 30, y después, porque había procedido a una modernización de la institución, y con ella del sistema político, que hacía posible la integración de las fuerzas de izquierda.

En cuanto al PSOE, arrinconaba su tradición antiparlamentaria, pero soslayaba la revisión crítica de su papel en la historia española desde hace 100 años y aceptaba un monarquismo condicional, supeditado a la aceptación por la Corona de lo que él decía representar. Se llegó entonces a hablar de juancarlismo, versión ligera y actualizada de una lealtad monárquica que pocos estaban dispuestos a declarar, a pesar de la inmensa popularidad del Rey.

La Corona aceptó este supuesto intercambio, incluida la consigna del juancarlismo. Había motivos prácticos que lo aconsejaban, motivos a los que el Rey recién proclamado no podía ser ajeno. Pero también hay otras razones que explican esta aceptación. La primera es la forma misma en que la Corona representa la soberanía o la pervivencia -historia y futuro- de la nación española. Conviene recordar que la institución monárquica ha regido los destinos políticos españoles desde hace más de 2.000 (por no hablar de la monarquía visigótica). La Monarquía española es previa al Estado moderno, como es previa a la nación española, en cuya constitución tiene un papel fundamental.

De ahí deriva su capacidad de integración, basada en la relación que la Corona o, si se prefiere, el Rey, establece con sus connacionales. El principio monárquico se basa en un mecanismo muy simple, al menos en apariencia. El Rey no pregunta nunca por adscripciones políticas ni ideológicas, no solicita ningún marchamo, ningún a priori, ninguna creencia. Basta con ser español para que la Corona reconozca los derechos que a cada cual le corresponden y para que el Rey dé por supuesta la lealtad que se le debe como símbolo de la pervivencia de la nación.

En vez de constituirse sólo como una institución política, la Monarquía, y muy particularmente la Monarquía española, es anterior al hecho político y reconoce una libertad natural en el ser humano. La cortesía de los Reyes consiste en tratar como iguales a todos, haciendo caso omiso de las desigualdades que impone la sociedad y las diferencias que cada uno quiera presentar como propias. Por eso los Reyes pueden constituirse como garante último de las libertades de todos.

Se trata, claro está, de un artificio de extrema sofisticación, precisamente porque las desigualdades y las diferencias no son sólo artificiales. Pero eso no mengua su valor ni su eficacia. Al contrario. Al ser la Corona una institución integradora por vocación y por naturaleza, la Monarquía se convirtió en un aliado de primera importancia en el establecimiento de las libertades públicas en Europa. En España, la construcción del Estado moderno se basó en la alianza de la Corona con los liberales (progresistas o conservadores), que veían en la desaparición del Antiguo Régimen la condición del progreso para su país. La Reina María Cristina, o su hija, Isabel II, primera reina constitucional de España, no fueron un obstáculo para la modernización de España, sino la clave de ésta: la garantía de que el nuevo sistema respetaría las libertades fundamentales.

La relación entre la Corona y las libertades públicas establecida en España es tan fuerte, que cuando el monarca se involucra en el juego político y deja de jugar el papel que le corresponde como garante del sistema de libertades, pone en peligro su permanencia en el trono. Todo el sistema corre entonces el riesgo de hundirse, como ocurrió en las dos experiencias republicanas de la historia de España. Pero el principio monárquico es tan de raíz, tan consustancial a la formación misma de España, que su recuerdo sobrevive y sigue siendo la legitimación última de cualquier régimen que aspire al establecimiento de un mínimo de convivencia entre españoles. Prim intentó actualizar el principio en abstracto, importando un Rey, Amadeo de Saboya, y tratando de fundar una nueva dinastía reconciliada con los principios democráticos.

Mucho más tarde, tras una guerra civil devastadora, el franquismo no dejó nunca de evocar, aunque fuera de forma confusa y para muchos desleal, la Monarquía como clave última de la constitución política de España.

Es obvio que la Monarquía reinstaurada en 1975 no tenía su origen en el régimen anterior. Al contrario, la duración del franquismo se explica, entre otras razones, por ese hilo tenue, pero nunca roto, de evocación de la Monarquía. Don Juan Carlos debió de comprenderlo así y entendió bien que una vez fallecido Franco, la reinstauración de la Monarquía llevaba aparejada la reinstauración de las libertades públicas. Y a la inversa: la mejor forma política para una sociedad moderna, es decir rica, plural y tolerante, era la Monarquía. Lo es ahora y lo fue antes.

Recuérdese que sólo bajo la Monarquía se pudo aceptar que sobreviviera un partido como el socialista, indeciso entre la reforma y el radicalismo, y que no aceptaba la democracia parlamentaria.

Cuando llegó la República, aquel régimen monárquico que muchos llamaban una ficción, una fantasmagoría, se derrumbó. Pero como en la República nadie jugó el papel de garante de las libertades de los demás, el sistema no resistió la deslealtad democrática del PSOE, una de las principales fuerzas políticas de aquellos años. Se comprobó así que la famosa fantasmagoría era, en el fondo, la única que permitía la supervivencia de la idea republicana. En rigor, ¿quién era el más fantasma de todos?

Pero aunque esta historia todavía no ha sido contada como se merece, los hechos a los que se refiere están casi completamente superados. Por eso resulta tan entretenido recordarlos.

Publicado en El Mundo, 19.12.2000.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Trigésimo Tercer Aniversario de la Proclamación de S.M. el Rey

¡Viva el Rey!

Hoy celebramos el trigésimo tercer aniversario de la Proclamación de S.M. el Rey. Un aniversario que debería resaltar la gran importancia que tuvo aquel momento para toda España y el giro hacia la democracia tras casi 40 años de dictadura militar. S.M. el Rey estuvo ante un gran reto, a la vez que ante una gran incertidumbre, porque eran muchos los detractores de la restauración monárquica, sobre todo por parte de la izquierda, que tanto entonces como hoy gustaría volver a las andadas sanguinarias de la segunda república y no supera el trance de una restauración monárquica y democrática dirigida por un hábil Rey puesto por un dictador tras un interregno de 44 años. Nada consiguió la izquierda, el mérito es enterito de S.M. el Rey.

Lo que faltaba ese día 22 de noviembre de 1975 fue restablecer la legitimidad dinástica, ya que al augusto padre del Rey, Don Juan (III) de Borbón, Conde de Barcelona, Franco negó el derecho de acceder al Trono por las claras diferencias que ambos mantenían respecto del rumbo democrático que debía tomar España, por lo que Don Juan no tuvo más remedio que aceptar la decisión autocrática del dictador de nombrar a Don Juan Carlos sucesor a título de
rey. Con la posterior renuncia de Don Juan el 14 de mayo de 1977 a sus derechos dinásticos a favor de su hijo el Rey, se restableció formalmente la legitimidad histórica del Rey como descendiente directo de los Reyes Católicos, enlazando con Don Alfonso XIII.

Felicitamos a S.M. el Rey por estos 33 años de feliz Reinado y Le deseo que pueda cumplir muchos más antes de que sea sucedido por su Augusto Hijo, S.A.R. Don Felipe Príncipe de Asturias. Es importante resaltar la importancia de la Monarquía, que los grupos extremistas nacionalistas y separatistas de algunas autonomías españolas, especialmente la de Cataluña, siguen atacando cada año cuando se celebran las fiestas autonómicas.

La Corona es la única institución capaz de enlazar la España actual con su larga historia y unir a todos los españoles bajo el manto protector de la Monarquía, garantía de estabilidad, democracia, progreso y unidad nacional.

¡Viva el Rey! ¡Viva España!

lunes, 17 de noviembre de 2008

La Corona: críticas y razones

Juan Carlos I

Los argumentos empleados para atacar la monarquía por parte de sus contrarios en la actualidad son, en realidad, críticas gratuitas a su figura. Aunque el comunismo vaya quedando atrás (y en España se haya suicidado), el republicanismo está en alza y es aplaudido por ciertos sectores del espectro político español. De hecho, la monarquía está en horas bajas ya que desde hace unos meses la derecha capitalista también se ha sumado a combatirla.

Si se preguntara a los sectores republicanos de la sociedad, seguramente  darían argumentos tan volátiles para que se le aparte de la Jefatura del Estado como decir que es “demasiado caro”, “no fue democráticamente elegido” o que “no es necesario”. En realidad, los datos que expongo a continuación, me dan razones económicas, democráticas y pragmático-utilitaristas para apoyar a S.M.

Considerar que el rey es un jefe de Estado “caro”, a día de hoy no tiene ni pies ni cabeza. De hecho, es el Jefe de Estado más barato de cuantos podemos encontrarnos en la geografía europea, que no es precisamente monárquica. Mantener la monarquía española cuesta 19 céntimos de euro por español y año -8 millones de euros-, lo cual se queda en nada comparado con otros precios europeos: por poner un ejemplo, la presidencia de la República italiana de Giorgio Napolitano dilapida en sus presupuestos 4 euros de cada italiano cada año-235 millones de euros-. Pragmáticamente, queda claro que es más barato para el ciudadano europeo una monarquía parlamentaria que una república, pues la monarquía europea más cara es la inglesa de Isabel II, con 55 millones de euros anuales de presupuesto, lo que hace que le cueste a cada inglés 92 céntimos anuales. La monarquía más cara por ciudadano es la sueca, que pagan 1,16 euros anuales -tiene un presupuesto de 10.5 millones de euros-.

Dicho esto, parece que considerar al monarca español como “caro” es un argumento infundado y erróneo. Ahorramos dinero en impuestos manteniendo nuestro actual sistema de Gobierno que el propuesto por los republicanos. El considerar como algo “arcaico” a la monarquía y desterrarla sale caro y, además, es menos funcional.

Otro argumento que no tiene ni pies ni cabeza es que la II República fue popularmente elegida y que la Monarquía es “un fenómeno del pasado” y que no contó con el apoyo popular. En realidad, es justo lo contrario. Aquél sistema de gobierno no puede considerarse que fuera elegido por el pueblo, como ya expliqué en un post anterior, y que la Monarquía española a cuya cabeza está (y estaba en su momento) el Rey Juan Carlos I sí ganó un referéndum. El monarca está donde está hoy porque fue elegido con la aprobación del 94.45% de los españoles en elReférendum sobre la Ley para la Reforma política. La cifra es, realmente, estremecedora y, por tanto, este argumento carece otra vez de validez.

De esta forma, su figura entra en la Constitución actual por aclamación popular (teniendo en aquel momento sólo a un 5% en contra ) en el artículo 1.3, La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. No hay duda de que fue lo querido por el Pueblo español.

El último argumento y más insulso es que “no es útil”, como si un presidente de la República lo fuera. Lo cierto es que la Constitución de 1978, librito que no se molestan en abrir los antimonárquicos, estipula que la Monarquía española tiene competencias tanto representativas como efectivas. Las primeras recaen en el rey como “personificación de la Corona”, y que comparte con cualquier otro Jefe de Estado, del régimen; son:

  1. Jefe del Estado
  2. Símbolo de su unidad y permanencia
  3. Árbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones.
  4. Representación a nivel internacional.

Las segundas, las denominadas “efectivas“:

  • De carácter general
  1. Mando supremo de las Fuerzas armadas, se atribuye directamente al Rey, aunque no puede ejercerse sin refrendo, parece que puede corresponder al Rey, cierta iniciativa.
  2. Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, no pudiendo autorizar indultos generales.
  3. Patronazgo de las Reales Academias.
  • El rey y el poder ejecutivo
  1. Proponer el candidato al Presidente del Gobierno, y en su caso, nombrarlo, esta es la facultad constitucional que tiene mayor transcendencia política.
  2. Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a propuesta de su presidente.
  3. Expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros y conferir los empleos civiles y militares y conceder honores y distinciones con arreglo a las leyes.
  4. Ser informado de los asuntos del Estado y presidir cuando estime oportuno las sesiones del Consejo de Ministros siempre a petición del Presidente del Gobierno.
  • En relación con el poder legislativo
  1. Sancionar y promulgar las leyes. Esta potestad del rey, constituye un reflejo del poder legislativo que en otros momentos encarnaba el rey. El rey no se puede negar, que dispone para ello de quince días.
  2. Convocar y disolver las Cortes y convocar elecciones, según los términos previstos en la Constitución. Esta prerrogativa precisa el refrendo del Presidente del Congreso y en otro caso precisa la propuesta del Presidente del Gobierno.
  3. Convocar referéndum en los casos previstos en la Constitución, mediante propuesta del Presidente del Gobierno.
  • Política internacional
  1. Acreditar a los embajadores y otros representantes diplomáticos
  2. Al rey le corresponde manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medios de tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes, es distinto el órgano al que corresponde prestar el consentimiento y el Rey, al que corresponde manifestarlo.
  3. Al rey le corresponde previa autorización de las Cortes Generales declarar la guerra y hacer la paz.