jueves, 6 de noviembre de 2008

S.M. la Reina y la libertad de expresión

Los antimonárquicos en España tienen una nueva víctima: Su Majestad la Reina Doña Sofía. A raíz de un libro publicado por la periodista Pilar Urbano en vísperas del septuagésimo natalicio de S.M. la Reina, basado en conversaciones privadas y entrevistas realizadas a Doña Sofía para mostrar su lado privado y dar un repaso a las siete décadas de su vida como Princesa y Reina, ha saltado primero un sector de la izquierda que se ha apropiado la representación de cuatro grupos sociales que no necesariamente piensan en esquemas ideológicos de la izquierda: Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales. Se trata de Fundación Triángulo y el COGAM. Especialmente la última destaca por su intolerancia hacia todos aquellos que no comparten su estrategia radical de defensa de los derechos de los grupos sociales que dice representar. A esta izquierda republicana le vale cualquier pretexto para dar la nota y pedir la república, sólo porque una Reina hace uso de su derecho de opinar libremente.

Al margen de una valoración de las opiniones de la Reina, aquí se trata de reproducir algunas de sus manifestaciones sin sacarlas de contexto. Lo único reprobable es que el personal de la Casa de S.M. el Rey no haya sabido evaluar la relevancia de estas opiniones personales y su posible interpretación precisamente por los enemigos e la institución monárquica. Es perfectamente comprensible la forma de pensar de la Reina teniendo en cuenta su educación, sus convicciones y su condición de reina católica y ortodoxa, y lo que seguramente no ha pretendido es hablar en nombre de los espanoles, sino en el nombre suyo propio, sin pretensión de influir ni en la política ni de imponer a la sociedad lo que ella cree es lo correcto. Para eso existe la libertad de conciencia y de expresión. Ha hablado de buena fe sin pensar en las consecuencias mediáticas, y si alguien ha fallado es el personal que le debía aconsejar, como también ha fallado la misma autora del libro que se ha dejado llevar más por sus propias convicciones que por consideraciones sobre la convenencia o no de reproducir algunos pensamientos de la Reina.

Hemos aquí las opiniones controvertidas:
"Yo estoy por la igualdad social y jurídica entre el hombre y la mujer: igualdad de trato, de educación, de derechos, de oportunidades... Ahora bien, no somos iguales. Fisiológica y psíquicamente, somos diferentes. Y lo que tendríamos que conseguir es que en las leyes se plasmase esa condición diferente como algo esencial a respetar, porque está en la naturaleza."
"Sí, igualdad de derechos y derecho a la diferencia. Las leyes civiles no pueden ignorar las leyes naturales."

"La inmensa mayoría de las familias son normales, como ha sido siempre la familia natural: marido, mujer, hijos, nietos... cuñados, tíos, abuelos. No una comuna de gente de aluvión. O trozos de familia, los hijos de él con la primera mujer, los de ella con el marido anterior, que se pretenden juntar de un modo forzoso y artificial... Por muy potente que sea una moda y por mucha propaganda que le echen, hay cosas que no pueden cambiar: el hombre y la mujer, como pareja inicial, es una ley congénita con nuestra naturaleza. Y no es una ley de animales. Es exclusivamente humana."

"Puedo comprender, aceptar y respetar que haya personas con otra tendencia sexual, pero ¿que se sientan orgullosos por ser gays? ¿que se suban a una carroza y salgan en manifestación? Si todos los que no somos gays saliéramos en manifestación... colapsaríamos el tráfico en todas las ciudades."

"Si esas personas quieren vivir juntas, vestirse de novios y casarse, pueden estar en su ederecho, o no, según las leyes de su país; pero que a eso no lo llamen "matrimonio", porque no lo es. Hay muchos nombres posibles: contrato social, contrato de unión..."
Dice José María Núñez Blanco, Presidente de Fundación Triángulo Extremadura, Vicepresidente de Fundación Triángulo, en su CARTA PARA UNA REINA:

"Majestad, disculpe que me dirija a Vd. a través de esta tribuna de opinión, pero resulta difícil quedarse en silencio ante las declaraciones que acaban de conocerse como adelanto de lo que será su segundo libro de memorias, publicadas a modo de entrevista por la editorial Planeta. Entrevista en la que, por cierto, usted afirma que en determinadas ocasiones uno debe mantener "los nervios templados aunque te estén machacando. Los Reyes no se defienden".
La primera apreciación errónea es que llama declaraciones a unas opiniones personales. La Reina no ha hecho declaraciones institucionales, sino ha expresado una opinión personal, lo cual está amparado por la libertad de expresión. Luego sigue en tono agresivo:
"Pues bien, como uno no es una reina, discúlpe si intento defenderme de lo que sin lugar ha dudas ha sido una clara y nítida agresión por su parte hacia gays y lesbianas, cuando entre las opiniones que vierte en la conversación con la periodista cuestiona el matrimonio entre homosexuales, aprobado por nuestro Parlamento. Y es que Vd. olvida que sus opiniones no son las de una ciudadana más, son las opiniones de la esposa del Rey, que constitucionalmente tiene reconocido un papel relevante en nuestro país, pero que esta supeditado en la práctica al ejercicio del poder por parte del Gobierno y de las Cortes, que en definitiva son las instituciones elegidas en función de la voluntad de los españoles y las españolas."
Curioso: ¿No dice la izquierda siempre que todos somos iguales? Y ahora diferencia diciendo que no es una ciudadana más, por lo que no puede opinar lo que quiera. En las palabras de S.M. la Reina no hay agresividad ninguna, tampoco un rechazo de las uniones civiles entre gays, sólo piensa lo que piensan muchos, incluida la Real Academia de la Lengua: Que la unión entre homosexuales debería llamarse de otra forma, sin que ello suponga una merma de sus derechos.

El dirigente de Fundación Triángulo emplea demagogia y tergiversa las palabras de la Reina, algo muy propio de la izquierda sectaria, pues cualquier cosa vale para dañar la imagen del contrario. Y continúa:

"Es más, cuando afirma que puede "comprender, aceptar y respetar que haya personas con otra tendencia sexual, pero ¿qué se manifiesten?... si todos los que no son gays salieramos en manifestación colapsaríamos el tráfico", debo decirle que además de cuestionar nuestro derecho, está insultando nuestra inteligencia. Obviamente las personas heterosexuales no necesitan manifestarse, simplemente porque por ello no se les discrimina en nuestro país, ni en ninguna parte del mundo.

Puede que la Casa Real haya hecho mucho por esta tierra en la que habitualmente vivo, y a la que siento como propia, pero lo que si se es que al menos quien ocupa un cargo como el suyo debe bien claro que es lo que eso significa, en términos institucionales y legales."

Aquí se mezclan las cosas. Los representantes de las instituciones también opinan a título personal sin que por ello se les pida enseguida que dimitan de sus cargos, al menos si no son manifestaciones contrarias a la ley. Pero la Reina no habló en nombre de la Corona ni de España, sino en el suyo propio, expresando algo que mucha gente piensa.

Miguel Ángel González, presidente de Colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de Madrid (COGAM), una organización LGBT que destaca por su radicalismo, llega aún más lejos: "Por supuesto, que vamos a ejercer acciones. Tendremos que reunirnos y si esta mujer no se retracta o abdica gritaremos ¡viva la República!" Añade: "No podemos permitir unas declaraciones tan impertinentes (...) Lucharemos en contra de estas manifestaciones." Cabe preguntarse quién es aquí insolente y quiénes son los del COGAM para exigir nada ni emprender acciones, pues la Constitución consagra la libertad de expresión y no distingue entre reyes o ciudadanos rasos. Las demás insolencias vertidas por el señor González no merecen ni ser reproducidas.

Las manifestaciones del Orgullo Gay ya no son reivindicativas, porque no hay nada que reivindiar. Se han convertido en un gran negocio y una fiesta popular. S.M. la Reina no negará a nadie que se manifieste, con un poco de sentido común se puede deducir que la crítica va en otro sentido.

Por otra parte, S.M. la Reina opina también sobre otras cuestiones de cierto calado ideológico, lo que levanta las pasiones republicanas más recónditas: El aborto y la eutanasia. Dice la Reina al respecto:

"Mira, estuve allí, en Calcuta, en el ala del edificio de los moribundos. Nunca olvidaré aquella escena. Cada enfermo terminal en su camastro, con un cooperante al lado que le confortaba, le cambiaba las gasas, los lienzos, le daba agua, mantenía el gotero... Ninguno estaba solo. [...] Morían de un modo natural, extinguiéndose con gran paz, con gran dignidad."

Y preguntada por su opinión sobre la eutanasia, la Reina contesta: "No soy partidaria. La vida y la muerte no están en nuestras manos. Muerte digna? Totalmente de acuerdo. La persona que agoniza debe estar en las mejores condiciones, es su momento cumbre. Por mera humanidad, se le deben evitar los dolores, y para eso están los sedantes, los paliativos. Se le deben ahorrar los sufrimientos, también morales, y para eso está la companía de alguien que le conforte y le consuele. Pero es "su" momento. Es "su" muerte." "Cuando ya la medicina es inútil, lo humano no es encarnizarse con terapias que no van a curar al enfermo sino sólo a ocasionarle más dolor. Pero una cosa es "no hacer" y otra es inducirle a su propia muerte o provocársela antes de tiempo. De quién es esa vida? Del que está en la cama o del que está sentado al lado? Eutanasia para alivio del enfermo o eutanasia para alivio del sano?" "Mientras el enfermo aguante, mientras resista en su lucha a vida o muerte, los familiares han de aguantar también y seguir ayudándole."

En relación con su encuentro con la Madre Teresa de Calcuta, la Reina resalta que lo que le llamó la atención es el respeto por la dignidad con que se trata a los enfermos. Y preguntada por la eutanasia como suicidio asistido dice: "No creo que ningún médico, ninguna enfermera, ningún sanitario esté dispuesto a matar a una persona, aunque se lo pida el enfermo o aunque se lo manden en su hospital." [...] De qué se trata? De conseguir unos cómplices para un homicidio. En cuanto al suicidio, que no lo disfracen de "derecho a la muerte" o "muerte libre" o "muerte digna" o "cansancio de vivir": es una cobardía."

En otro punto se pronuncia también en contra del aborto, dentro de su concepción de la defensa de la vida.

En resumen, S.M. la Reina opina a título personal, pero también como una reina católica, con unos principios cristianos evidentes. Recordamos todos la actitud de S.M. el Rey Balduino I de Bélgica cuando decidió abdicar por un día para no tener que sancionar la ley del aborto, pues era contra sus convicciones y le afectaba muy profundamente por no haber podido tener hijos; sancionar una ley que legaliza quitar la vida a un feto iba, por tanto, contra sus convicciones. Su decisión -por muy controvertida que fuera- encontró muchas adhesiones al igual que rechazo, lo último por considerar que el Rey debe cumplir la Constitución, es decir, su deber de sancionar las leyes, pero también es justificable que en algunas cuestiones fundamentales como ésta existe algo llamado conciencia, y si un ciudadano decide objetar por razones de conciencia, está en su derecho. Hasta este extremo también se tiene que conceder a un Rey que objete, y la solución dada por el Rey al problema era aceptable. Ojalá hubiese más hombres de estado con este coraje que tuvo el Rey de los Belgas.

Esta nueva caza de brujas de la izquierda republicana contra la Corona es indigna de una democracia avanzada. Las manifestaciones de S.M. la Reina no tienen nada que se pueda llamar ni de lejos una agresión contra grupos sociales minoritarios o contra la legislación vigente. Son, simplemente, opiniones personales basadas en convicciones filosóficas o religiosas a las que tiene derecho todo ciudadano y, en concreto, una reina católica, esa gran Reina que en su onomástica merece más respeto y más tolerancia. Seguramente, en contra de lo que intenta desmentir de forma poco hábil el funcionariado del Palacio de la Zarzuela, las opiniones reflejadas expresan el pensamiento personal de la Reina, pero también la intención de la autora Pilar Urbano de resaltar cuestiones en el sentido en que a ella le gustan más. Hay muchas otra cuestiones comentadas por la Reina, incluso de mayor peso o intrés, cuestiones de legitimidad de la Monarquía, de la economía y de la política mundial, pero se ha dado énfasis a las más polémicas con tal de armar revuelo. Hasta cabe pensar que Pilar Urbano ha sabido aprovechar la previsible polémica para vender más, sin la menor preocupación por lo que puede suponer en este país en el que abundan cada vez más los sectarios y republicanos fanatizados. La izquierda radical debería aprender ser democrática y tolerante y saber dialogar en lugar de crispar. En una democracia avanzada, auque cada vez menos consolidada, hay que saber vivir con opiniones adversas, con independencia de la persona que las hace públicas y de su relevancia social. Pero como ya dijo el primer ministro español Zapatero en un programa televisivo a un periodista afín: Nos conviene que haya tensión. Esa misma opinión comparten, sin duda alguna, los republicanos españoles.

¡Viva S.M. la Reina Doña Sofía!

¡Larga vida a la Reina!

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