martes, 23 de septiembre de 2008

Los Vascongados, los Burgaleses y la Corona

por José Antonio Marcos Lecuona (+ 1993)

La Castilla Vieja nació en lo que hoy es el Norte de Burgos, donde vivían varios pueblos con influencias celtas e íberas, opuestos a Roma y rebeldes al Imperio germano-visigótico, que rechazaban necesariamente a los musulmanes.

Son los llamados Foramontaneos: Cántabros y vascongados quienes inician la Reconquista por esta zona, seguramente a través del Puerto de los Tornos, a finales del siglo VIII, dejando sus huellas en la fundación de monasterios como él de Taranco, que redacta su escritura fundacional el 15 de septiembre de 800 y en la que se puede leer por vez primera la palabra Castilla, cuya efeméride había sido brillantemente celebrada en dicho solar en septiembre de 1991.

Esta realidad histórica permitió decir a Miguel de Unamuno que los vascongados eran el "alcaloide del castellano" o su "quintaesencia", y más tarde Sánchez Albornoz escribió: "En la colonización de la Castilla Vieja, desde finales del siglo VIII lucharon hombro a hombro los cántabros junto a vizcaínos, alaveses y guipuzcoanos contra las huestes musulmanas."

La participación de los cántabros-vascongados en el desarrollo histórico burgalés se aprecia también en la semejanza que muestran las instituciones sociales, económicas y poilíticas de éstos y aquéllos. De esta forma, la antigua estructura social de los vascongados fue la instaurada en la primitiva Castilla Vieja.

Los burgaleses y los vascongados actuaron generalmente unidos o aliados desde la aparición en la Historia del Condado independiente de Castilla y Álava, si bien la unión formal de guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos a la Corona ocurrió mucho más tarde. Unión de tipo federal, mediante el vínculo personal del Monarca, pacífica y libremente aceptada, por la cual las repúblicas vascongadas se incorporaban a la Corona con la condición fundamental de que se respetaran sus fueros: verdadero parto de la Monarquía federativa, que todo Rey de Castilla tenía que confirmar con el juramento foral.

Guipúzcoa era una república o benetría cuyos señores estaban aliados con los reyes de Navarra. En el año 1200 los guipuzcoanos, disgustados con el Rey navarro, ofrecieron al Rey Alfonso VIII el Señorío de su estado, que el Rey castellano aceptó, quedando así para siempre unida esta provincia a la Corona de Castilla, que ofreció más garantías a los guipuzcvoanos que ningún otro aliado para la preservación de sus libertades.

Álava surge unida o aliada a Castilla, pero con personalidad propia, desde el principio de la historia castellana. Deseando tener un señor fijo, los alaveses pactaron definitivamente el reconocimiento del señorío del Rey, que por su parte se comprometía a guardar los fueros y las libertades del país (Convenio de Arrigad de 1332). De esta manera, la provincia citada, behetría libre de mar a mar, se convirtió en Señorío foral vinculado a la Corona de Castilla.

Desde los comienzos de la Reconquista, Vizcaya aparece gobernada por Señores en relación con Castilla o Navarra. En 1379 el Señorío de Vizcaya, que llegó a serlo de linaje, fue a parar por herencia a los Reyes de Castilla, que desde entonces llevan dicho título.

En la historia política de España pocas decisiones colectivas se han dado de tanta sustantividad como las uniones pacíficas y libremente acordadas de los vascongados a Castilla Vieja.

La federación vascongada-castellana permitió vivir muy a gusto, cordial, legal y nacionalmente durante siglos a nuestros pueblos y tomar parte de los primeros, como en cosa propia, en todos los hechos de la Corona de Castilla, de forma que puede afirmarse que los pueblos vascongados jamás tuvieron dificultades con la Vieja Castilla.

El romance llamado castellano no fue creación exclusiva de Castilla, sino también de los vascongados, toda vez que se dio u creció en estas tierras al mismo tiempo que en las montañas de Burgos, de forma que cuando se produjo la unión de las tres provincias en una sola Corona, hacía siglos que el castellano se hablaba en todas ellas -junto con el en algunas partes-, y era la lengua escrita de los documentos oficialesvascuence.

Esta participación de los vascongados en la formación del castellano ha sido señalada por los filologos, sobre todo en la fonética, donde más claramente se manifiesta el influjo popular y por ello carecen de toda razón algunos vascongados para repudiar el castellan, ya que hay muchas y muy entrañables para estimarlo, como cosa familiar, tanto porn su arraigo en el suelo patrio como por derecho de creación.

Publicado en Monarquía Europea Nº 3 - Año I - Enero-Marzo 1992

lunes, 22 de septiembre de 2008

Cataluña y la Corona Española

por Francesc Xavier Montesa

Tras la descomposición política del comunismo en los países del Este de Europa y, especialmente, en la antigua Unión Soviética, proliferaron con inusitada fuerza los aires de independentismo que no han cesado tampoco en la actualidad. El reconocimiento de la independencia de las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania por parte d elas autoridades soviéticas, de EE.UU. y de la Unión Europea dio pie a que grupos nacionalistas radicales comparasen a Cataluña con los países bálticos, despreciando y tergiversando la historia a su libre albedrío. Recientemente, la cuestión de Kosovo ha dado nuevos "argumentos" a los independentistas catalanes.

La más mínima revisión de los mil años de historia catalana es suficiente para tirar por tierra cualquier tipo de similitud entre Cataluña y Lituania, por poner un ejemplo. Uno de los más destacados monarcas catalano-aragoneses, Jaime I el Conquistador, escribía en la famosa crónica de su reinado:

"Nos feim la primera cosa per Déu, la segona per salvar Espanya, la terça que nós e vós haiam tan bon preu e tan gran nom que per nós e per vós és salvada Espanya."

Si la conmemoración de efemérides tiene su importancia en cualquier sociedad, sea esta antigua o nueva, pensemos en el bicentenario de la Constitución de los Estados Unidos de América o el V Centenario del Descubrimiento. No podemos pasar por alto que la Familia Real Española es la más antigua de Europa, y digo Familia y no Dinastía, que es otra cosa distinta. Si analizamos objetivamente el árbol genealógico de S.M. el Rey, podríamos observar como Don Juan Carlos I desciende directamente de todas y cada una de las familias reales de las antiguas Monarquías peninsulares. Así no es de extrañar que en mayo de 1985, durante la histórica visita oficial que SS.MM. los Reyes realizaron a Cataluña, el Presidente del Parlamento, interpretando el sentimiento del pueblo catalán, manifestara ante la Cámara que veía en el Rey al "legítimo y más directo sucesor de aquellos Condes y Reyes que durante siglos gobernaron nuestro país en íntimo y compenetrado entendimiento con los representantes de nuestro pueblo".

La Historia, así con mayúscula, no puede disfrazarse. Cataluña se unió a Aragón porque Ramón Berenguer IV, Conde Soberano de Barcelona, se casó con la heredera del trono del Reino vecino. Otro Rey de Aragón y Conde de Barcelona se casaría siglos más tarde con la Reina de Castilla uniendo las dos Coronas bajo una misma dinastía. Así, la tan ansiada unión peninsular, que culminaría un siglo más tarde con la incorporación de Portugal, se realizó en términos pacíficos conservando cada territorio sus propias leyes e instituciones políticas.

En la Guerra de Sucesión, los antiguos Reinos de Valencia, Aragón, Mallorca y el Principado de Cataluña abrazaron el bando perdedor, pero ésta no fue una guerra de superación sino la antigua Corona de Aragón consideró con mejores derechos a la Corona española al Archiduque Pretendiente Don Carlos, que sería reconocido en Cataluña como Carlos III, pensando que siguiendo la tradición austriacista conservaría leyes, privilegios e instituciones del Principado. Con demasiada frecuencia se observa que Felipe V, sobrino-nieto del último Rey, Carlos II, reunió Cortes en Barcelona, cosa que no había hecho su antecesor, jurando fidelidad a las constituciones catalanas años antes de que una parte de Cataluña abrazara la causa del Archiduque.

Para terminar, el respeto de la Corona hacia Cataluña y hacia lo que representa, queda bien patente en las palabras de S.A.R. el Príncipe de Asturias y de Gerona en su visita oficial al Ayuntamiento de Cervera, ciudad de la que es Conde, el 23 de abril de 1990:

"No sólo no habéis de renunciar a vuestras peculiaridades, a esta nacionalidad catalana que tanto amáis y amamos todos, sino que también entre todos hemos de fortalecerla."

¿Puede alguien con mínima inteligencia seguir comparándonos con los lituanos?

Publicado en Monarquia Europea Nº 2 - Año I - Septiembre-Noviembre 1991 - con ligeras actualizaciones

domingo, 21 de septiembre de 2008

Payne: «Quien defienda la República en España merece estar en un manicomio»

El prestigioso hispanista norteamericano Stanley Payne calificó de «trance muy complicado» y de «inédito» el momento que atraviesa España y advirtió sobre los desastres que puede traernos el «nuevo movimiento republicano».

El historiador recordó que la experiencia republicana en España «ha sido desatrosa, pues la Primera colapsó el país y la Segunda lo dividió en una Guerra Civil». «Si con esta experiencia alguien cree que la República puede ser en este momento una solución para España, merece estar apartado en un manicomio», afirmó, intentando suavizar con sentido del humor su seria advertencia.

Payne hizo estas afirmaciones a un grupo de periodistas españoles después de pronunciar una conferencia en la Cátedra Príncipe de Asturias de la Universidad de Georgetown sobre «La España del siglo XXI: logros y retos», en la que hizo un repaso a la historia reciente de nuestro país tras la muerte de Franco y a la que asistió Don Felipe, que se encontraba de visita oficial en Washington.


No sólo la izquierda radical


El hispanista excluyó de esta tendencia republicana al «hombre de la calle, que no está politizado», y apuntó a «la extrema izquierda, a algún sector del Partido Socialista y a los ex comunistas, la llamada «izquierda hundida»», una minoría que, según explicó, no valora lo que significó la Transición de España a la democracia.

En su opinión, «el nuevo movimiento republicano hasta ahora no ha creado grandes dificultades, pero no sabemos qué va a ocurrir en el porvenir, porque pasar de la actual Constitución y de la actual estructura del Estado, instaurar la República o hacer una Segunda Transición será desastroso para España».

No obstante, Payne matizó que aunque un cambio drástico de sistema sería catastrófico, «otra cosa es reformar la Constitución, porque toda Constitución es reformable y, a veces, incluso deseable».

También se refirió en sus declaraciones al problema del nacionalismo radical, motivado por «la ausencia en la Constitución actual de un techo» que limite la transferencia de competencias a las Comunidades. En este sentido, añadió que conseguir que la estructura del Estado sea «estable» corresponde al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, algo que, en su opinión, «ha funcionado en el caso catalán, pero es mucho más difícil en el caso vasco», ya que implicaría una reforma de la Constitución no modesta, ni marginal y «éste es uno de los peligros» que amenazan a España.

Preguntado sobre la incapacidad que demuestran los dos grandes partidos, PP y PSOE, de ponerse de acuerdo sobre temas fundamentales, como la reforma de la Constitución, las autonomías y el terrorismo, Payne quiso ser prudente: «Hay que ver qué propuesta y en qué términos hace el Gobierno y cómo responde el PP. Pero será complicado, sobre todo en el caso vasco, porque hay exigencias enormes que son muy difíciles de satisfacer dentro de los moldes democráticos».

Además, aludió al «Gobierno interno del País Vasco» y afirmó que en esta Comunidad «no se respetan los derechos constitucionales, democráticos y civiles como se respetan en el resto de España. Hay un problema de abandono de los ciudadanos del País Vasco. El gobierno de nacionalismo radical, en varios aspectos, restringe los derechos. Este cinismo es un gran problema».

Payne, profesor emérito de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison, es autor de numerosos libros sobre España. El último publicado es «El colapso de la República. Los orígenes de la Guerra Civil (1933-36)».

viernes, 19 de septiembre de 2008

Los Pueblos de España y la Monarquía

por José Antonio Marcos Lecuona (+1993)

A poco que se recuerde o repase la historia de las distintas regiones y territorios que componen España, hemos de reconocer que toda ella se halla unida a distintas Monarquías que se han venido sucediendo a través de los tiempos.

Y sin ánimo de realizar una exposición detallada de cuanto los pueblos de España han protagonizado junto a sus Reyes, tendríamos que recordar hechos tan trascendentales como la Reconquista, el mecenazgo sobre olos Caimos de Santiago, la creación de las primeras universidades, la formación de una nación de nacionalidades, el descubrimiento de las Américas y tantos y tantos otros acontecimientos de gran trascendencia para la humanidad que la unidad del pueblo y de la Corona han sabido crear.

Se ha afirmado que la Revolución Francesa acabó con los regímenes absolutistas de los Monarcas europeos, sustituyéndolos por organizaciones políticas que limitaban los poderes mediante la atribución de la soberanía al pueblo, perop la realidad nos ha demostrado que ello no se ha alcanzado en todos los países y que los regímenes democráticos no han impedido los regímenes totalitarios, que extienden su poder mucho más allá de lo que cualquier Monarquía absoluta pudo imaginar, en cuanto invaden ámbitos d ela vida privada y social que hacen cada vez más limitada la libertad de éstas.

En nuestros tiempos y en nuestro país, la Monarquía ha seguido prestando esenciales servicios al pueblo español, y a tal efecto bástenos con recordar el papel de la Monarquía en el régimen anterior, debido especialmente a su legítimo titular Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, quien mantuvo con ejemplar dignidad los derechos sucesorios frente a las repetidas ofertas que recibió del Jefe de Estado anterior y que rechazó por querer preservar a la Corona de toda enemistad entre los españoles, pese a lo cual, superando la repulsa política que le producía el General Franco, accedió a entregar a su hijo y sucesor para que fuera instruido y educado en España.

Pues bien, tanto Don Juan como su hijo hubieron de hacer buena cara y asumir con no pocas descalificaciones, cuando no insultos, de unas y otras ideologías políticas manifestando una incomprensión grave sobre el concepto de servicio y obligaciones propias de olos miembros de las dinastías monárquicas cuando se vive en un mundo en el que sólo privan los derechos.

Todos hemos sido testigos del papel que la Corona ha desempeñado desde los prolegómenos del actual sistema político desde la ejemplar y abnegada renuncia a los derechos de quien pudo haber sido Juan III, hasta la conducta de Don Juan Carlos I, en la dimisión del Presidente del Gobierno Arias Navarro, la designación del Presidente del Gobierno Adolfo Suárez, la defensa de la democracia en el asalto al Congreso, sus viajes y misiones a países de todo el mundo, especialmente a los hispanoamericanos, y en especial su exquisito respeto al quehacer político de los partidos y de los ciudadanos.

Como materia opinable se oyen voces en nuestro Reino que se inclinan por una Jefatura del Estado elegida por el pueblo, pero con la tradición monárquica con la que tenemos la fortuna de contar en España, resulta mucho más acertado mantener este sistema que permite una sucesión automática y que se halla por encima de las luchas políticas ejerciendo una misión de moderación, arbitraje y autoridad moral que no sería posible en una persona elegida.

Una vez podría sucedernos en nuestro país que contando con una institución política como la Monarquía, de gloriosa tradición e inestimables servicios prestados al pueblo, no fuéramos capaces de conservarla y prestigiarla al máximo, y para ello creemos que no estaría de más actuar en dos sentidos:

Promover que el texto de la vigente Constitución incluya como títulos del Rey los de los diversos Reinos y Señoríos de los pueblos de España como una muestra expresa del papel de la Corona en la autonomía de aquellos.

Exigir de los medios de comunicación que se facilite una información completa sobre las actividades del Rey, de su jornada de trabajo, y no limitarse a dar cuenta solamente de las temporadas de vacaciones como si éstas no fueran un merecido descanso de las agotadoras sesiones a que se halla sometido un Monarca que ejerce con total entrega y patriotismo su difícil cargo.

Publicado en Monarquía Europea Nº 2 - Año I - Septiembre-Noviembre 1991

lunes, 8 de septiembre de 2008

Norodom Sihanuk, Rey de Camboya

por Pedro Schwenzer

Las restauraciones sí son posibles, por mucho que se esfuercen sus detractores.

Con la aprobación de la nueva constitución de Camboya en 1993, que ciontó con el voto favorable de Hun Sen, líder comnunista, culminaron los largos años de dedicación del Príncipe Norodom Sihanuk para devolver a su pueblo y su país la ansiada paz de antaño. EN esta última etapa, también ha sido importante el influjo de su hijo, el Príncipe Ranarid, presidente del Partido Monárquico de Camboya, quien tras el triunfo electoral de su partido trabajó sin cesar por la realización de la restauración monárquica con su padre como Rey.

En 1749, después de mil años de la Monarquía Jemer, el territorio Jemer cayó bajo dominación extranjera, siendo anexionado por Annam (Vietnam) y disputado por los siameses.

En 1867 fue ocupado por los franceses quienes establecieron el protectorado de Camboya, dentro de la Unión de Indochina. En 1941, el Príncipe Norodom Sihanuk fue proclamado Rey y declaró la independencia en 1945, pero Francia volvió a ocupar Camboya. Tras la sublevación de los Jemeres Libres, alcanzó la independencia definitiva en 1949 en el marco de la Unión Francesa. Al perder Francia la Primera Guerra de Indochina, la Conferencia de Indochina celebrada en Ginebra en 1954 confirmó la plena independencia de Camboya. En 1955, el país abandonó la Unión Francesa.

En una primera etapa, el Príncipe Norodom Sihanuk consiguió mantener la neutralidad del país. En 1955 abdicó en favor de su padre un fundó el Partido Socialista Popular Sangkum, ratificó una nueva constitución y asumió el cargo de Primer Ministro. Después del fallecimiento de su padre en 1960 se convirtió en jefe de estado. Trató entonces de mantener la neutralidad de Camboya mediante una política exterior zigzagueante permitiendo el abastecimiento de los Vietcong a través de Camboya oriental por el Camino de Ho Chi Min.

En 1970, durante un viaje oficial por el extranjero, el Príncipe Sihanuk fue derrocado por una junta de oficiales del ejército. El régimen militar, que contó con el apoyo de EE.UU. y de Vietnam del Sur, proclamó la República Jemer.

En el mismo año, tropas estadounidenses y survietnamitas invadieron el país sumiéndolo a la Guerra del Vietnam. Sihanuk formó entonces en Pekín un gobierno en el exilio, el Frente de Unidad Nacional, al que también pertenecían comunistas hasta entonces fuertemente combatidos.

Después de cinco años de guerra civil apoyada por Vietnam del Norte, los Jemeres Rojos, guerrilla comunista con origen en los años 1950, lograron hacerse con el control de gran parte del país. Sus combates culminaron con la victoria al conquistar el 17 de abril de 1975 Pnom Penh.

El Príncipe Sihanuk volvió entonces del exilio y se convirtió en jefe de estado nominal. Después de entrar en vigor la nueva constitución de la "Camboya Democrática", Sihanuk dimitió en abril de 1976, siendo su sucesor el comunista Khieu Samphan. Pero el hombre fuerte del régimen fue Pol Pot, primer ministro y secretario del comité central del Partido Comunista camboyano, cuya existencia no se hizo pública hasta 1977. El régimen comunista llevó a cabo una transformación de la sociedad camboyana con una dureza y un radicalismo sin precedentes. Casi toda la población urbana fue reasentada en las zonas rurales y obligado a trabajos en el campo. Se impuso una disciplina draconiana colectivista y no quedaron apenas rasgos de vida privada. Se abolieron el dinero, el mercado y las comunicaciones por correo. Especialmente duro se procedió con los intelectuales. Se calcula que unas dos millones de personas fueron víctimas de ejecuciones, hambre y epidemias.

Ya en 1975 se produjeron combates en la frontera con Vietnam del Sur, ahora también comunista, debido a que se tenían reticencias contra el país vecino por su tradición hegemonista y sus diferencias ideológicas. A finales de 1977 comenzaron fuertes combates hasta que en 1978 Vietnam lanzó una gran ofensiva conquistando Phnom Penh en enero de 1979. El nuevo poder establecido por los vietnamitas proclamó la República Popular de Camboya y prometió acabar con las medidas de fuerza del régimen derrocado. El nuevo gobierno fue reconocido inmediatamente por la Unión Soviética, pero en muchos países del Tercer Mundo el proceder vietnamita encontró rechazo. El país más crítico fue China que por razones de política exterior había apoyado al régimen de Pol Pot.

En 1989, los esfuerzos del Príncipe Sihanuk se centraron en una coalición para expulsar del país a las tropas vietnamitas.

En 1990 parecían haberse impuesto las tropas camboyanas y comenzaron negociaciones de paz sin ningún resultado efectivo. Con las elecciones celebradas en junio bajo el control de la ONU se cumplió una vieja profecía de Buda:
"Hacia mediados de la era budista se producirá gran revuelo entre los hombres. Todo el pueblo pasará hambre. Una terrible guerra asolará el país durante muchos años, y la sangre llegará hasta las tripas de los elefantes. Para vencer sobre el caos, llegará finalmente un elefante blanco con colmillos azules. Llegará la paz de la mano de un Rey que volverá a casa procedente del norte."


Llegó el elefante blanco (la ONU) y también el Rey volvió (de Pekín). Pero sea como fuere, los pueblos parecen ser más razonables y más maduros políticamente que sus políticos. Al igual que el fervor monárquico demostrado por los belgas tras el fallecimiento de S.M. el Rey Balduino I fue para los políticos y observadores un hecho inesperado, la mayoría del pueblo camboyano optó por la restauración de una Monarquía. Con el Rey Norodom Sihanuk volvió la paz y la estabilidad a una zona que durante cerca de tres décadas no vivió más que guerras civiles e internacionales. Quizás sea también un modelo a seguir para los vecinos países de Laos y Vietnam.

El Rey Norodom Sihanuk abdicó en 2004 a favor de su hijo Norodom Sihamoní, que fue coronado nuevo Rey de Camboya. El Príncipe Ranarid sigue siendo el presidente del Partido Monárquico. En las dos fotos inferiores se ve al actual Rey S.M. Norodom Sihamoní.

Publicado en Monarquía Europea Nº 7/8 - Año III - Octubre 1993 - con ligeras adaptaciones

viernes, 5 de septiembre de 2008

Dossier: La Monarquía de Suecia

Este dossier se publicó en julio de 1992 en Monarquía Europea y se compone de tres artículos: Una pequeña introducción de nuestro amigo Anders Lundeval, de la Asociación Monárquica de Suecia, quien en su día nos envío un amplio material fotográfico por el que le estamos muy agradecidos; de otro sobre la Monarquía sueca en general del secretario general de la AME, Francesc Xavier Montesa, así como de un artículo de S.A.I.R. Don Otto de Habsburgo, publicado en aquella fecha en Paneuropa Intern y traducido para nuestra revista al español, que daba una visión de la nueva Suecia tras la derrota de los socialistas, que habían gobernado demasiado tiempo en aquel reino escandinavo. El album de la Familia Real contiene fotografías de aquella fecha.



Vuelve la esencia de la Monarquía
por Anders Lundeval
Rojalistika Foreningen

El Reino de Suecia largo tiempo era un fuerte bastión del socialismo y republicanismo. La Monarquía se encontraba en grave peligro de ser abolida. Según un artículo en la revista Rojalisten de la Asociación Monárquica de Suecia, basado en un artículo de Göran Albinsson Bruhner publicado en el Svenska Dagbladet, en la década de los 50 la abolición de las prerrogativas regias más importantes fue consecuencia de que el Partido Conservador faltó a sus tradiciones monárquicas apoyando la nueva Constitución.

Actualmente, en Suecia el jefe del gobierno no es nombrado por el Rey, sino por el presidente del parlamento, lo que en ciertas ocasiones puede llevar a debates penosos al pertenecer éste a un partido político.

La revolución sueca de 1970, sin pérdida de sangre, no fue gloriosa. Hoy se considera que no fue más que un error al acabar con antiguas tradiciones.

En las elecciones al parlamento celebradas en septiembre de 1991, el gobierno socialdemócrata perdió y el presidente del parlamento tuvo que buscar un nuevo jefe de gobierno, pero como resultado de las elecciones, en la primera reunión se eligió presidente a Ingegerd Troedsson del Partido Conservador, quien nombró a Carl Bildt nuevo jefe de gobierno.

Se presentaron enmiendas para nombrar una comisión que revise la Constitución sueca de 1974. Esta comisión puede revisar también la posición del Rey y proponer que se le devuelvan sus prerrogativas más importantes, como por ejemplo la de nombrar al jefe del gobierno.

Los partidarios de la república cuentan con muy pocos seguidores en Suecia. SS.MM. los Reyes Carlos XVI Gustavo y Silvia y sus hijos son muy populares en todo el Reino. Suecia vuelve a la normalidad y sus tradiciones, como el río revuelto a su cauce.




La Monarquía Sueca
por Francesc Xavier Montesa i Manzano





Si ha habido una época en la que el poder real en Suecia estaba firmemente establecido, fue en la llamada "era gustaviana", de 1771 a 1809. El fuerte compromiso de Gustavo III y de Gustavo IV Adolfo contra la Revolución Francesa y contra las ideas que la inspiraron sobre la división de poderes, el constitucionalismo y la democracia, llevó a los dos reyes a un agudo enfrentamiento con gran parte de los nobles y de los funcionarios en Suecia. Ello condujo al asesinato de Gustavo III en 1792, perpetrado por un grupo de nobles fanáticos adversarios de la autocracia real que aquél había instaurado. La derrota sufrida en la guerra contra Rusia en 1808 y 1809, con ocasión de la cual Suecia perió Finlandia, desembocó en un golpe de estado a raíz del cual fue depuesto Gustavo IV Adolfo, aprobándose una nueva constitución.

D
espués del golpe de estado de 1809 fue elegido Rey el Duque Carlos, tío del Monarca depuesto, con el nombre de Carlos XIII. Como este era ya de edad avanzada y carecía de hijos, hubo que elegir también un sucesor al trono. Primero se eligió como heredero al príncipe danés Carlos Augusto, pero al morir este al poco tiemo de llegar a Suecia, se eligió en el verano de 1810 al mariscal francés Juan Bautista Bernadotte, quien adoptó el nombre de Carlos Juan. Uno de los motivos de su elección fue el deseo de adhesión al bando de Francia y Napoleón, con la esperanza de recuperar Finlandia con su ayuda. Sin embargo, al convertirse Carlos Juan en regente del país depués de su llegada a Suecia como heredero al trono, cambió de línea en 1812 y se adhirió a la coalición contra Napoleón, ganando Noruega a los daneses en la paz de Kiel y obligando a ese país a formar una unión con Suecia en 1814, al término de una breve campaña. Dicha unión no fue disuelta hasta 1905. Derecha: El Rey Carlos XIV Juan a caballo. Izquierda: Princesa Josefina con Carlos (XV), Gustavo con bandera de la Unión y Óscar (II) y Hedwiga Eleonora 1829.

A
pesar del fortalecimiento de la posición de los ministros establecidos por la reforma ministerial de 1840, por la cual aquellos se convirtieron en losm jefes de sus respectivos ministerios, durante el reinado de Óscar I (1844-1859), ejercieron principalmente como fincionarios del Rey, nombrados personalmente por él y dependientes políticamente de él. Derecha: Óscar I.

L
a situación cambió en la época de Carlos XV (1859-1872). El Consejo actuó como una unidad ya desde los primeros años de su reinado, jugando un papel decisivo en la política sueca en varias ocasiones. Ese fue el caso, por ejemplo, en la cuestión clave para el país de su relación con Noruega, de 1858 a 1860; en su toma de postura a favor de Dinamarca en la guerra con Alemania, en 1864, así como en lo referente a la reforma del sistema de representación, en 1866. Izquierda: Carlos XV (1826-1872).

Óscar II (1872-1907), por el contrario, intentó dirigir la evolución durante su reinado de una forma más activa que su hermano y predecesor. Por iniciativa propia, tomó contacto con las distintas personalidades políticas a las que trató de influir a través de conversaciones personales. También intentó valer la opinión del Rey frente al Consejo.

S
in embargo, no tuvo gran éxito en esos intentos de defender el poder personal del Rey, debido principalmente a que el parlamento, después del cambio del sistema de representación en 1866, que implicó la abolición del antiguo Parlamento de los Cuatro Estamentos y la instauración del de dos cámaras, se convirtiera en un órgano de poder cada vez mayor que apoyó al Consejo frente al Monarca.

El Rey Óscar II se resignó, al final, en la lucha por el poder personal del Monarca, si bien el combate definitivo tuvo lugar durante el reinado de su sucesor, Gustavo V. Al subir al trono en 1907, Gustavo V se negó a ser coronado, siendo con ello el primer Rey sueco que ocupaba el trono en esas condiciones. Los primeros diez años de su Reinado se caracterizaron por los intentos de Gustavo V de defender el poder personal. El conflicto culminó en 1914 con el llamado "Discurso del Patio de Palacio".

La disputa se refería en concreto a la cuestión de la defensa nacional, ya que el Rey exigía decisiones inmediatas para reforzarla, mientras que el gobierno liberal, que había llegado al poder debido, entre otras cosas, a sus promesas de desarme, quería ir avanzando paso a paso solamente.

Con objeto de apoyar la postura del Rey en esa cuestión, se organizó en febrero de 1914 la "Marcha de los Agricultores", acudiendo al Palacio Real de Estocolmo más de 30.000 agricultores de todo el país.

Gustavo V defendió el poder del Rey con energía y habilidad ante los agricultores en el patio del Palacio Real, pero esa lucha estaba condenada al fracaso. El Monarca había mostrado una clarividencia mayor que la de los dirigentes políticos en lo referente a la situación en el resto de Europa. En junio de 1914 sonaron los disparos en Sarajevo. En agosto estalló la Primera Guerra Mundial. En Suecia se produjo entonces la movilización general bajo el signo de la unidad. Sin embargo, el poder personal del Rey había pasado a la historia.

A pesar de su derrota en la lucha por el poder personal del Rey, Gustavo V consiguió ganarse el afecto del pueblo durante su largo Reinado (1907-1950). Durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una especie de símbolo unificador. La Monarquía había conseguido, así, arraigar en la popularidad personal del Rey.

Durante su Reinado (1950-1973), Gustavo VI Adolfo siguió estrictamente las reglas establecidas para la Monarquía Constitucional. De esta forma, con sus cualidades personales, continuó aquella evolución y contribuyó quizás más que ningún otro Monarca a crear un tipo nuevo de Monarquía: la Monarquía Parlamentaria. Izquierda: Princesa Margarita (1882-1920), esposa de Gustavo VI Adolfo.

La gran aportación de Gustavo VI Adolfo a la historia de Suecia fue el saber transformar durante su Reinado al ritmo y estilo de la sociedad sueca actual, sentando con ello las premisas para que Suecia siguiera siendo una Monarquía con la Dinastía de los Bernadotte en el trono. Izquierda: SS.MM. los Reyes Gustavo VI Adolfo y Luisa de Suecia. Derecha: Princesa Margareta (1882-1920) primera esposa de Gustavo VI Adolfo.

Al subir al trono Carlos XVI Gustavo en 1973, aún no había sido aprobada definitivamente por el parlamento la nueva constitución. Por ello, las funciones y los deberes del nuevo Monarca siguieron siendo, durante los primeros años de su Reinado, los que establecía la Constitución de 1809. Formalmente, las funciones del Rey y su papel en la sociedad cambiaron sólo al entrar en vigor la nueva Constitución el uno de enero de 1975, pero en realidad, como Monarca, Carlos XVI Gustavo siguió ya desde el primer día la misma política que su presdecesor y su abuelo, dejando que las exigencias de los tiempos imprimieran el carácter de la forma de ejercer su cargo.

Las normas relativas a las funciones del Rey, contenidas en la Constitución de 1809, comenzaban con las palabras: "El Rey gobernará solo el Reino", y ese derecho suyo quedaba limitado únicamente por la obligación de consultar para ello al Consejo nombrado por él mismo.

La nueva Constitución comienza con las palabras: "Todo poder público en Suecia emana del pueblo", y de acuerdo con ello pone todo el poder político en manos el parlamento y del gobierno. Así, según la nueva constituición, las funciones del Rey son más bien de carácter representativo y ceremonial. Por encargo del gobierno recibe a otros jefes de estado y realiza viajes oficiales al extranjero. Las visitas oficiales tienen gran importancia para el fortalecimiento de las relaciones oficiales con otros países y para el fomento de los intercambios comerciales.

El Rey disfruta de inmunidad, es decir, que está libre de todo proceso por los actos que cometa, si bien uno puede hacer valer sus derechos civiles frente al Rey ante un tribunal. El Rey tiene que hacer la declaración de la renta sobre los ingresos y el patrimonio privado y pagar los impuestos correspondientes, como cualquier otro ciudadano sueco.

Según la Ley de Sucesión, que reemplazó en 1980 a la de 1810, el orden de sucesión a la Corona Sueca es completamente cognaticio en el sentido de que el heredero al trono debe ser primogénito de la pareja real, independientemente del sexo. Por consiguiente, la Princesa Victoria, nacida el 14 de julio de 1977, es la heredera del trono de Suecia.

Con el advenimiento del nuevo Monarca en 1973, Suecia pasó a tener un Rey que era dos generaciones más joven que su predecesor. Carlos XVI Gustavo, el Monarca más joven de la dinastía Bernadotte, tenía entonces la edad de 27 años, y al subir al trono el 19 de septiembre de aquel ño adoptó el lema: "Por Suecia - En el tiempo". En un discurso dirigido al gobierno, al parlamento y al pueblo de Suecia, que pronunció en la Sala Nacional del Palacio Real de Estocolmo, manifestó que con ese lema deseaba dar expresión a su ambición de cumplir los requisitos que se exigen de un Monarca moderno. El deseaba también que su lema fuera interpretado como una apelación a la comprensión y al desarrollo para el bien de Suecia.

Carlos XVI Gustavo contrajo matrimonio en 1976 con Silvia Sommerlath, quien se convirtió así en la Reina de Suecia. La Reina nació en Heidelberg (Alemania) el 23 de diciembre de 1943.

La pareja real tiene tres hijos: Victoria Ingrid Alicia Desideria, nacida el 14 de julio de 1977; Carlos Felipe Edmundo Bertil, nacido el 13 de mayo de 1979; y Magdalena Teresa Amelia Josefina, nacida el 10 de junio de 1982.


CRONOLOGÍA REAL EN SUECIA

993-1060: Primera Dinastía de los Yngling
1160-1130: Dinastía de los Stenquil
1134-1250: Dinastías de los Blondel y Suerquer
1250-1363: Dinastía de los Folcung
1363-1523: Reyes de diversas Casas

1523-1654: Dinastía de los Wasa
Gustavo Wasa, Rey de Suecia
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1654-1720: Dinastía Palatinado-Dos Puentes
1654-1660: Carlos X Gustavo
1660-1697: Carlos XI
1697-1718: Carlos XII
1719-1720: Ultica Elonora (+1741)
1720-1751: Federico de Hesse-Cassel

1751-1818: Dinastía Holstein-Gottorp
1751-1771: Adolfo Federico
1771-1792: Gustavo III
1792-1809: Gustavo IV Adolfo (+1837)
1809-1818: Carlos XIII

Desde 1818: Dinastía Bernadotte

1818-1844: Carlos XIV Juan
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1844-1859: Óscar I
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1859-1872: Carlos XV
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1872-1907: Óscar II
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1907-1950: Gustavo V
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1950-1972: Gustavo VI Adolfo
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desde 1973: Carlos XVI Gustavo
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La nueva Suecia

por Otto de Habsburgo
Diputado del Parlamento Europeo


Desde hace décadas, Suecia, con su gobierno socialista, era la Meca para todas las fuerzas de izquierdas y, naturalmente, - como si no - también para los países del llamado Tercer Mundo. En los días de Olof Palme y de su sucesor, Ingvar Carlsson, no había ningún otro político socialista o comunista mejor conocido que no haya peregrinado a Estocolmo para estudiar el camino sueco de un "Socialismo con cara humana.

A
ello se añadía la acción política. En Estocolmo no existían sólo asociaciones, fundaciones e instituciones, que con sus estudios y sus consejos políticos propagaran el pensamiento de los Regis Debray, Julius Nyerere, Kenneth Kaúnda, Daniel Ortega y Boff. No de menos importancia eran los congresos, de los que resultaron organizaciones internacionales como el Consejo Mundial de la Paz. La opinión del gobierno de que no había "ningún enemigo a la izquierda" permitía a las organizaciones comunistas de camuflaje que se desarrollaran hermosamente. Cuando la influencia de Moscú era demasiado evidente, siempre existía la posibilidad de un traslado a Praga.

E
n el interior del país se había creado una hegemonía de partido que bien mantenía formalmente la democracia, pero que en la práctica iba reduciendo paso a paso el espacio libre de las fuerzas no sujetas al poder. Se había llegado ya tan lejos que la oposición se encontrara sin hombres no representando ya ninguna verdadera alternativa.

E
n los últimos años se produjo una transformación significante en la oposición. Los cristiano-demócratas, que fracasaron hasta ahora, con una excepción, en la cláusula del 4%, recibieron una gran afluencia, sobre todo por parte de la juventud. El conservador Partido Moderata eligió a Carl Bildt como el presidente más joven de su historia. También por primera vez hubo una verdadera reconciliación entre conservadores y liberales y un programa conjunto. A la par con el descontento generalizado que se profundizó incluso en el grupo social de los obreros, esta situación llevó al resultado de las elecciones de septiembre de 1991, que dio la mayoría a los partidos burgueses liderados por Carl Bildt.

D
esde la formación del gobierno mucho ha cambiado en Suecia. El ambiente es optimista. Se crean numerosas empresas, sobre todo medianas. Generalmente se espera ahora que la mayoría de centro-derecha cambiará realmente al país, con lo que comenzará una nueva era. Se bajan los impuestos, se reducen los gastos, y muchas de las vacas sagradas son sacrificadas. La política europea, que antes se llevaba con muchas reticencia, recibe ahora impulsos tan fuertes por parte del enérgico ministro Dinkelspiel que la incorporación a la Comunidad Europea es sólo una cuestión de pocos años.

S
ignos visibles a distancia del nuevo rumbo se marcan también en la política exterior y de desarrollo, especialmente por la ministra de asuntos exteriores, Af Ugglas, que pertenece a la directiva de la Unión Paneuropea de Suecia. Estos se hicieron patentes ya a pocas semanas después del cambio. Los visitantes en el ministerio de asuntos exteriores no eran, como hasta ahora, supuestos luchadores por la liberación contra el colonialismo de Africa, funcionarios del Vietcong de Vietnam o miembros del gobierno comunista serbio de Belgrado, sino verdaderos demócratas de Hungría, de las repúblicas bálticas, de Checoslovaquia y no por último de Eslovenia y Croacia, aunque la condición de Estado en este momento no había sido reconocida aún por parte de la comunidad internacional. Para hombres que hasta hace poco estaban encarcelados y que en las cancillerías occidentales se les volvió muchas veces la espalda, ha sido una vivencia grandiosa y alentadora.

P
ero Estocolmo no se limitó a gestos diplomáticos. También en la política sopla un viento fresco, como ha demostrado un reciente acontecimiento.

U
no de los santos del altar de la ONU y de la consciencia mundial es el presidente de Namibia, Sam Nuyoma. Olvidados están sus antiguos delitos, los crímenes en campos de concentración de la SWAPO, los muchos actos de terrorismo realizados por sus correligionarios.

R
esulta que recientemente el presidente Nuyoma se comprara por cuenta del Estado un avión por valor de 29 millones de dólares. La reacción de Suecia era que se alegrarían de que Namibia dispone ahora de suficientes reservas de divisas. Por tanto se podría suprimir las ayudas de desarrollo suecas para esta país. Hubo desesperadas protestas, pero sin resultado.


E
ste proceso verdaderamente único puede ser muy útil a Europa si los miembros de la CE siguieran el ejemplo de Estocolmo. Se debería comprender por fin que las ayudas de desarrollo son financiadas con los impuestos, el trabajo y los sacrificios de los ciudadanos. El dinero no les pertenece a las burocracias. Por ello debe ser gastado moderada y responsablemente.


Publicado en Monarquía Europea Nº 5/6 - Año II - Julio/Diciembre 1992

jueves, 4 de septiembre de 2008

La opinión de un joven monárquico serbio

Milan Krstić, joven estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Belgrado

Queremos dar publicidad a esta entrevista realizada con un joven serbio que da sus razones por las que apoya la restauración monárquica. La entrevista está transcrita en inglés y se ha publicado en el blog de nuestros amigos serbios de la Iniciativa Monárquica.

When I was a kid, I heard for the first time that we used to have a king, it was, like, when I was watching „The Written Offs“ TV show and I saw some bad guys who accompanied the Germans, so I asked „Why don’t those Germans look like the other ones, why do they have long beards, why do they wear fur hats?“, and I was told „Why, they’re chetniks“. I said „Chetniks, they’re Croats?“ assuming that because Croats were quislings, „No, chetniks are not Croats“. „How can they not be Croats, who are chetniks then, if they are neither good guys, nor partisans, nor ours, nor Germans?“ „Well, chetniks are ours, but they are the bad guys, you know, they used to support the king.“ „So why are they bad guys if they were for the king?“ „Well, you know, etc, etc... never mind... of course, later I learned much about who chetniks really were, and basically, then started thinking about monarchy, separating absolutism from modern monarchy. It was some time later that I was able to make difference between those two rather difficult concepts, which means when I was 13 or 14. So, I could say I became a monarchist as a kid, because I liked the fact that we did have a king, and because ethnic pride seemed much more appealing to me with a king, than with a communist dictator.

The concept of monarchy has remained attractive to me, it’s something I think is great, for pragmatic reasons. So, at first it was a protest against history written by victors after WW2, and later it became a realistic vision of our country’s future.


I think monarchy is a superior way of connecting nation and faith with a modern national state. Modern state must be secular, it must not depend in any way on church, and church must not depend on state either, so I think monarch is an ideal link between church and state, i.e. faith, tradition and modern state. It is the only institution, in my opinion, that should constitute a symbolic bond between those two entities, and on the other hand, enable them to function smoothly. In other words, to make the continuity of civil state possible, above all.


That’s why I believe there should be some kind of national program that would be championed by monarch. Not using any instruments of force, but his/her moral authority, that should be inherent. This program should be based on really crucial issues in the next, say, fifty years, and that would be European integrations, which really are essential for our country because of the economic development, and preservation of national identity, which is more than destabilized today. And, of course, it should aim for clearing the true patriotism from chauvinism, which is more and more aggressive.

In turbulent situations, such as the ones we have had in the last couple of months, I think it’s good to have a sort of monarch’s approval, which would be a way for him/her to take the role of an ombudsman, i.e. champion of citizens, and defend their rights from other state institutions that at a particular moment are not capable of performing their duties. In that way, a monarch would become the defender of constitution (of course, it is the Constitutional Court that primarily protects the constitution, and the king is not outside its jurisdiction, he is not above the constitution, but he is the defender of the people, in accordance with the constitution, against other state institutions). It is one of the foundations of the British monarchy, limitation of the state’s authority over individual, protection of the freedom of individual. Communists and their propaganda used to claim how it was monarchy that restricted the freedom of individual, and it was the case in absolute monarchies, but modern concept of monarchy is precisely opposite of that. Modern monarchy has reinsured the freedom of individual, and not just in modern times, but in England since 1215, since Magna Carta Libertatum. I believe that such concept of monarchy would be ideal for Serbia as a modern, civil, liberal, and at the same time national state.