miércoles, 23 de febrero de 2011

La vacuna del 23-F

S.M. el Rey llama al orden a los militares en la noche del 23-F

Lo más estimulante que se puede decir del 23-F es que es difícil que la historia se repita. Con la perspectiva de los años, aquel atraco de opereta ha quedado como una farsa aislada, que remedaba los pronunciamientos de los espadones isabelinos. El hambre de normalidad democrática de los españoles metabolizó aquel brote anacrónico y hoy lo estudiamos como una curiosidad arqueológica. La intentona de Tejero y Miláns duró apenas unas horas –desde las 6.30 de la tarde del 23 al mediodía del 24–, pero ha dado origen a numerosas conjeturas y enigmas. El más importante es lo que podríamos calificar de la X del golpe. Son sobradamente conocidos el clima previo –el recelo de parte de la cúpula militar ante el diseño autonómico– y el detonante –la crisis económica, el zarpazo del terrorismo, la debilidad del Gobierno de Suárez–. Se daba por hecho, incluso en ambientes políticos, que la solución pasaba por un Gobierno de concentración presidido por un militar. Pero, a la hora de esclarecer quién fue el cerebro, se multiplican las preguntas. Nos referimos, claro está, a la verdad real, no a la verdad judicial que se sustanció con un proceso que deja regusto a impunidad.

Conjeturas que alimentan las manifestaciones del ex general Alfonso Armada, uno de los supuestos elefantes blancos, el espadón que iba a encabezar el Gobierno de concentración, como un De Gaulle de pacotilla. Ayer mismo volvió a su recurrente discurso intoxicador al insinuar que el Rey estaba al corriente. Su palabra frente al cúmulo de evidencias de que el ex tutor del Monarca utilizó su nombre; su palabra frente a testimonios contundentes y coincidentes; su palabra frente a Francisco Laína, que se hizo cargo del Gobierno provisional, y que, como ha contado a LA GACETA : “El Rey fue el primero que me advirtió de que Armada estaba en esto hasta las cejas”. El propio ex general incurre en contradicciones. Durante años ha dicho que no se arrepentía de nada y, sin embargo, en 1984 habló de “un gran error, peor que un crimen” en una carta que ha publicado LA GACETA.

Treinta años después, cabe extraer tres consecuencias paradójicamente positivas. El 23-F sirvió, en primer lugar, para cribar de reliquias involucionistas a las Fuerzas Armadas, en una suerte de vacuna que las modernizo y fijó definitivamente el papel que les reserva la Constitución. En segundo lugar, supuso el espaldarazo para la Monarquía, ya que el papel jugado por Don Juan Carlos para imponer su autoridad de jefe supremo de las Fuerzas Armadas fue decisivo para hacer abortar la intentona golpista y le dio un plus de autoridad moral y prestigio internacional. Finalmente, el 23-F contribuyó a hacer expedito el paso por la izquierda que precisaba la recién nacida democracia. Sólo año y medio después se hacía efectiva la alternancia, con la llegada del Partido Socialista al Gobierno, que cosechó el récord histórico de 10 millones de votos. Otra cosa es que los socialistas malbarataran lamentablemente la oportunidad. Si bien modernizaron España con el ingreso en la OTAN y en la Unión Europea, traicionaron los principios democráticos con la corrupción y el crimen de Estado. El zapaterismo ha sido el patético estrambote del fraude felipista, y ha llegado a amenazar el legado de concordia conseguido en la Transición. Y esto ya no es una curiosidad arqueológica.



Se cumplen 30 años del golpe de Estado en España: el 23-F

"¡Quieto todo el mundo!" gritó el coronel Tejero en el Congreso antes de disparar. Aquella intentona de dinamitar la democracia dejó enganchado a la radio a un país entero          




Fue la noche de los transistores. España entera enganchada a la radio para seguir lo que acontecía en el Congreso. El 23 de febrero de 1981 un grupo de miembros de la Guardia Civilcon Tejero al mando, entraban en el hemiciclo pistola en mano mientras se votaba la investidura de Calvo-Sotelo. Empezaba, con dos años de retraso, la Operación Galaxia.

Al grito de "¡Todo el mundo al suelo!" el teniente Coronel amedrentó a todos los que se encontraban en el Congreso... a todos menos a dos. El general Guitérrez Mellado y el presidente saliente Adolfo Suárez se enfrentaron valientemente a los ocupantes. Eran las 18.25 horas, la tarde prometía ser muy larga... Y es que mientras el Congreso permanecía sitiado el Capitán Milans del Bosch sacaba los tanques a las calles de Valencia. Pero de nada serviría. Ya de madrugada, el Rey don Juan Carlos aparecía en la televisión para hacer pública su negativa al golpe militar. Punto final. Sus palabras, y también las del president de la Generalitat, Jordi Pujol, pidiendo "serenidad" tranquilizaban a una población que había seguido con mucha incertidumbre y miedo los sucesos acaecidos en el hemiciclo. También Europa respiró tranquila tras la intervención del monarca.


Testigos de excepción

Pero si los españoles supimos qué sucedió en el Congreso aquel ya mítico 23-F fue en gran parte gracias a la grabación de un cámara de TVE que filmó los primeros momentos del suceso. También los dos periodistas que retransmitían para la cadena SER la sesión de investidura se convirtieron en testigos para la historia y dos fotógrafos de la agencia EFE tiraron fotografías "sin cesar" de un acontecimiento que siguieron a través del visor de su cámara.


Las imágenes de los momentos inmediatamente después de darse por finalizado el golpe tampoco tuvieron desperdicio: guardias civiles saliendo por las ventanas del Congreso, Tejero entre el tumulto, los diputados abandonado el hemiciclo, etc. Y tras la ocupación, el aspecto en el que había quedado el Congreso era desolador: impactos de bala, despachos forzados...

La cabeza visible del intento de golpe de Estado, Tejero, fue detenido en una de las dependencias de la Benemérita minutos después de haberse entregado a su superior, el general Aramburu. Más tarde, los padres del coronel confesaban: "Sólo pensamos en morirnos". 

Y poco a poco se iban conociendo más detalles de aquel 23-F: igual que había pasado en la calle, en el interior del Congreso un pequeño transistor había servido para informarse de lo que sucedía en el exterior. España pegada a la radio.


El Rey, al alza

Tras el suceso, todo el mundo coincidió en que la figura del Rey quedó reforzada. Los diputados elogiaronla actitud del monarca e incluso el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, felicitó a Su Majestad por teléfono. También Londres y París celebraron la firmeza de don Juan Carlos.



Tres hombres, tres destinos

Los hombres del bigote: Antonio Tejero, Milans del Bosch y Alfonso Armada fueron llevados inmediatamente a juicio y condendos a 30 años de prisión por el Tribunal Supremo. Armada consiguió el indulto debido a su edad en 1988. Tejero se benefició del tercer grado en 1993 y Jaime Milans del Bosch lo obtuvo en 1990 también por ser mayor. Siete años después, en 1997, murió sin arrepentirse del intento golpista.


Por cierto, Leopoldo Calvo-Sotelo fue investido dos días más tarde. Se convirtió en el 74 presidente de España. Triunfó la democracia.

· Consulte el especial 10 años del 23-F




S.M. el Rey, sobre el 23F: "Creo que se conoce todo"

MADRID, 23 (EUROPA PRESS)

El Rey se ha mostrado este miércoles convencido de que ya se conoce toda la verdad sobre la intentona golpista del 23 de febrero de 1981, aunque ha reconocido que todavía hay quien hace lecturas inventadas de lo que ocurrió aquel día. "Creo que sí (se conoce todo lo sucedido), y si no, inventan por ahí", ha respondido el jefe del Estado al ser preguntado por los periodistas en el Congreso.

Homenaje a Adolfo Suárez en el museo sobre su persona en Cebreros

Don Juan Carlos ha hecho esta reflexión a su llegada a la Cámara Baja para asistir, junto con los presidentes del Gobierno y del Congreso, los socialistas José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono, a un almuerzo con algunos de los líderes políticos de 1981 con motivo del trigésimo aniversario de la intentona golpista del 23-F. 

El monarca ha destacado que España y los españoles están "mucho mejor" que aquel día. "Esta noche he dormido muy bien, no aquella", ha comentado, antes de recalcar que está "satisfecho" con la evolución del país en estas tres décadas.

GONZÁLEZ, FRAGA, CARRILLO
A la cita promovida por Bono han acudido el entonces presidente del Congreso, Landelino Lavilla, de la extinta Unión de Centro Democrático (UCD); el jefe de la oposición de aquel momento, el expresidente Felipe González (PSOE); el que fuera secretario general del Partido Comunista (PCE), Santiago Carrillo, y los ponentes constitucionales Manuel Fraga Iribarne (entonces en Alianza Popular y hoy presidente fundador del PP y senador) y Miquel Roca (de CiU en su momento y hoy fuera de la política activa). 

También se ha sumado el andalucista Alejandro Rojas Marcos, que en 1981 era portavoz del Grupo Parlamentario Andalucista, y por el contrario a última hora ha comunicado su ausencia, por problemas de salud, el diputado que entonces lideraba al grupo del PNV, Marcos Vizcaya.

El presidente del Congreso indicó hace unos días que también había invitado a Adolfo Suárez Illana para que se sumara en representación de su padre, presidente del Gobierno en 1981 y artífice de la Transición, pero el que fuera candidato del PP a la Junta de Castilla-La Mancha frente a Bono declinó la invitación. 

Bono y Rodríguez Zapatero fueron los encargados de recibir a Don Juan Carlos en el patio de Floridablanca de las dependencias parlamentarias. Después el Rey fue saludando con un abrazo a los protagonistas de 1981 para luego posar todos juntos en una foto de familia. 

FRACASARON Y ESO ES LO IMPORTANTE
A su llegada, Roca comentó que lo importante de este aniversario es que los que intentaron el golpe de 1981 fracasaron mientras que la sociedad española sigue viviendo en democracia: "Aquí estamos y ahí siguen", resumió.

"Salió todo bien, la gente no falló", añadió después el senador Manuel Fraga, quien aseguró no haber temido por su vida aquella tarde noche de 1981. "Les dije (a los guardias) que no pensaba moverme de donde estaba, pero no pasó absolutamente nada", comentó. 

Felipe González, por su parte, se mostró convencido de que aún queda mucho por conocer de aquel episodio "terrible", pero destacó que, por encima de especulaciones, "una cosa era clave: El fiel de la balanza lo inclinaba el jefe del Estado y se inclinó para la parte buena". 

Carrillo dijo tener muchos recuerdos de aquella jornada, "y muy dolorosos" porque pudo terminar la democracia "de muy mala manera". Aun cuando hubiera sido mejor que no se hubiera producido la intentona golpista, cree que por lo menos se puede decir que hoy España sigue en un régimen democrático.

VACUNA CONTRA LOS SALVAPATRIAS
Aquel día fue un "punto de inflexión" y una "vacuna" para la democracia, según apuntó el presidente del Congreso. "Desde entonces se acabaron los salvapatrias", declaró Bono a los periodistas. 

Por la tarde, después del almuerzo, el Congreso de los Diputados acogerá también un acto de reencuentro de los diputados de la Primera Legislatura, que fueron testigos directos en el Hemiciclo del intento frustrado de golpe de Estado, y que tendrán ocasión de rememorar aquél momento y celebrar el fortalecimiento de la democracia, tres décadas después de aquel 23 de febrero.

Fuente: Siglo XXI


S.M. el Rey en el 30º aniversario del 23-F: rey bono zp 23f,jpg«Nos hemos divertido mucho recordando»

Una foto de familia en las escalinatas de la Puerta de los Leones del Congreso de los Diputados puso fin al almuerzo que el Rey compartió este miércoles con los presidentes del Gobierno y de la Cámara Baja, los socialistas José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono, y con algunos de los líderes políticos de 1981 con motivo del trigésimo aniversario de la intentona golpista del 23-F.



Así lo ha revelado el Monarca a los periodistas a la salida este almuerzo, promovido por Bono, en el que el Jefe del Estado ha reconocido haberse divertido "mucho" recordando y conversando "de España, del futuro y del pasado". "De todo", ha resumido. 

A la cita han acudido el entonces presidente del Congreso, Landelino Lavilla, de la extinta Unión de Centro Democrático (UCD); el jefe de la oposición de aquel momento, el expresidente Felipe González (PSOE); el que fuera secretario general del Partido Comunista (PCE), Santiago Carrillo, y los ponentes constitucionales Manuel Fraga Iribarne (entonces en Alianza Popular y hoy presidente fundador del PP y senador) y Miquel Roca (de CiU en su momento y hoy fuera de la política activa). 

También se ha sumado el andalucista Alejandro Rojas Marcos, que en 1981 era portavoz del Grupo Parlamentario Andalucista, y por el contrario a última hora ha comunicado su ausencia, por problemas de salud, el diputado que entonces lideraba al grupo del PNV, Marcos Vizcaya. 

El almuerzo ha consistido en una ensalada de verduras con perdiz escabechada, lomo de lubina al horno, fruta preparada con zumo de naranja y sorbete de albaricoque. A su salida, todos los asistentes portaban las actas oficiales del Congreso de aquel 23-F que el propio Bono les había regalado, como ya hizo hace dos años con los periodistas que vivieron aquella noche en el hemiciclo. 

Tras este encuentro, que se ha prolongado durante más de dos horas, todos ellos se han dirigido a las escalinatas del Congreso de los Diputados, a las que han accedido por la Puerta de los Leones, que ha abierto sus puertas para la ocasión. 

Para la foto, el Rey ha pedido que pusieran delante de él a Fraga, que se desplaza en silla de ruedas, y tras la misma Don Juan Carlos se ha ido despidiendo uno a uno de todos ellos, mostrándose especialmente cariñoso con el propio presidente fundador del PP y con Carrillo, a los que abrazó efusivamente. 

Minutos más tarde, Bono y Zapatero han acompañado al Rey hasta el coche oficial mientras que el resto de invitados se ha dirigido al interior del Palacio del Congreso para asistir al acto de reencuentro de los diputados de la Primera Legislatura, que fueron testigos directos en el Hemiciclo del intento frustrado de golpe de Estado, y que tendrán ocasión de rememorar aquel momento y celebrar el fortalecimiento de la democracia, tres décadas después de aquel 23 de febrero.   

Fuente: La Razón


La Corona y el Ejército, los más valorados treinta años después


Don Juan Carlos a Milans del Bosch: «Juro que ni abdicaré la Corona ni abandonaré España». El Congreso hace público el télex que el Rey envió al general sublevado la noche del golpe


MADRID- Treinta años ha habido que esperar para conocer el contenido de algunos documentos secretos sobre el 23-F  guardados en la caja fuerte del Congreso de los Diputados. Si el domingo LA RAZÓN desveló la entraña del acta redactada por los secretarios de la Mesa Víctor Manuel Carrascal Felgueroso, Leopoldo Torres, Soledad Becerril y José Bono sobre el relato de las 18 horas y 52 minutos más convulsas de la reciente historia de España, junto al inventario de desperfectos que los militares causaron en el Palacio y el listado de bebidas y comida que consumieron, ayer la Cámara Baja autorizaba la consulta de un nuevo documento hasta ahora inédito. Hablamos del télex que el Rey envió la madrugada del 24 de febrero al capitán general Milans del Posch en el que le advertía de las consecuencias de aquella sublevación que a punto estuvo de acabar con nuestra entonces incipiente democracia. «Quien se subleve estará dispuesto a provocar una nueva guerra civil y será reponsable de ello», alertó Don Juan Carlos.


La literalidad completa de aquel télex figura en la transcripción taquigráfica de la comparecencia secreta celebrada ante el pleno del Congreso el 17 de marzo de 1981 por parte del entonces ministro de Defensa, Alberto Oliart, para informar de la intentona golpista. Se da la circunstancia de que aquel Oliart, hoy presidente de la Corporación RTVE, comparecía ayer en el Parlamento para dar cuenta de su gestión en la televisión pública mientras el  acta taquigráfica se hacía pública. El entonces ministro de Defensa hizo ante el pleno una reseña de varios momentos clave que explicaban los motivos por los que fracasó el golpe,y que él atribuyó en buena parte a las intervenciones «decisivas» del Rey, a su «rapidez de reflejos» y a su «firmeza para mantener el orden constitucional».

El télex fue enviado a las dos y media de la madrugada y constaba de de cinco puntos. El más contundente, en el que Don Juan Carlos exhorta a Milans: «Juro que ni abdicaré la Corona ni abandonaré España. Quien se subleve estará dispuesto a provocar una guerra civil y será responsable de ello». En la misma comunicación, que se produjo minutos después del mensaje de Don Juan Carlos en televisión, el Monarca ratificó su «rotunda decisión de mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente», y añadió: «Después de este mensaje ya no puedo volverme atrás». El legajo  incluye la ya conocida frase de que «cualquier golpe de Estado no podrá escudarse con el Rey, es contra el Rey». Y añade de forma solemne: «Hoy más que nunca estoy dispuesto a cumplir el juramento a la bandera». Así las cosas, Don Juan Carlos ordena primero al general sublevado retirar las tropas y anular el manifiesto con el que impuso el toque de queda en Valencia y le señala, después, que aunque no duda del «amor a España de mis generales» le conmina «por España primero y por la Corona después» a obedecerle. Aún le daría una orden más concreta:  «Te ordeno que digas a Tejero que deponga su actitud».



Indicios de una conspiración
Alberto Oliart expuso a los mismos diputados que veinte días antes habían sido secuestrados por Tejero y 200 guardias civiles que los servicios de información no habían podido anticipar la intentona porque sus autores «antepusieron la seguridad a la eficacia». Pero admite que desde algún tiempo el Gobierno disponía de «indicios» de una «conspiración», aunque no de datos concretos para vaticinar que iba a ocurrir de aquella manera. Precisamente, estas afirmaciones son las que más preguntas de los diputados suscitaron en el turno posterior a su discurso, también recogidos en el acta. De este modo Oliart les apuntó, por ejemplo, que Tejero –que previamente había sido condenado por su implicación en la «operación Galaxia»– no estaba sometido a vigilancia porque no tenía fuerza a su cargo. Y también negó disponer de datos fiables sobre dos asuntos: la posible relación de los golpistas con el entonces presidente de EE UU, Ronald Reagan «o su equipo» y qué políticos y partidos iban a formar el Gobierno que el general Alfonso Armada propuso a Tejero constituir para solucionar la crisis.

Oliart consideró en aquella comparecencia que los golpistas «partieron de la convicción gratuita» de que tras el asalto al Congreso  «se produciría una reacción en cadena» en las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Seguridad del Estado. Y remarcó que no contaron con la «enérgica e inequívoca actitud del Rey, que destruyó el efecto causado en un primer momento por la utilización del nombre de Su Majestad de forma dolosa». En este sentido, dije que el teniente general Milans del Bosch anunció a otros mandos un «acto de fuerza» del que «tiene constancia el Rey».



Una Junta Militar presidida por Milans
Dentro del relato de Oliart ante el pleno aparece como un momento clave cuando Armada acude al Congreso para negociar con Tejero y le propone un Gobierno presidido por él y formado por representantes de los partidos. Tejero se opone y  aboga por una Junta Militar presidida por Milans del Bosch, quien sin embargo le comunica por teléfono que «no quiere ser protagonista de nada» y le dice a Tejero que obedezca a Armada. Alberto Oliart sitúa el fracaso del golpe a las 01:23 de la madrugada del día 24, justo después del mensaje televisado del Rey.

Fuente: La Razón


S.M. el Rey: «Estamos mucho mejor que hace 30 años»


El Rey Don Juan Carlos ha asegurado hoy, durante el almuerzo que ha mantenido con los líderes políticos más destacados de 1981, que cuando recuerda el 23-F piensa que ahora en España "estamos mucho mejor" que hace treinta años, cuando se produjo la intentona golpista, y ha bromeado al afirmar que esta noche pasada, a diferencia de aquella larga madrugada, ha dormido "muy bien".

Don Juan Carlos, a su llegada al Congreso, ha dicho que se sentía muy satisfecho con la evolución de España en estas tres décadas. A preguntas de los periodistas, flanqueado por el presidente del Gobierno y el presidente del Congreso, ha asegurado creer que ya se conoce toda la verdad sobre la trama golpista "si no la inventan por ahí", ha precisado. Al término de la comida, el Monarca ha asegurado que durante el encuentro se han "divertido mucho" intercambiando sus recuerdos del pasado, hablando "de España" y también del futuro.
Del mismo modo, el monarca ha sido cuestionado por cómo se presenta el futuro, y Don Juan Carlosha dicho que "muy bien", pero cuando una periodista le ha planteado "¿para otros treinta años?" ha contestado con buen humor, muy sonriente: "Yo ya no lo veré, seguramente".

Los comensales han degustado ensalada de verduras con perdiz escabechada, lomo de lubina al horno, fruta preparada con zumo de naranja y sorbete de albaricoque, un menú que al Rey le ha parecido "muy bueno".

Al almuerzo en el Congreso han asistido, junto al Rey, el jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; el presidente del Congreso, José Bono; el presidente de la Cámara Baja durante la intentona de golpe, Landelino Lavilla; y el ex presidente Felipe González. También han estado presentes los ponentes constitucionales Manuel Fraga Iribarne y Miquel Roca; el entonces secretario general del Partido Comunista, Santiago Carrillo; y Alejandro Rojas Marcos, en aquel momento, portavoz del Partido Andalucista en el Congreso.

Tras el almuerzo, los políticos se han dirigido a los escaños del Congreso, donde el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, han compartido flashes en los lugares reservados a los miembros del Ejecutivo mientras recordaban el intento de golpe de Estado de hace exactamente treinta años. 

Ambos estaban sentados en la franja central de la bancada azul, separados por el escaño que había dejado libre el presidente de la Cámara, José Bono, para pronunciar su discurso desde la tribuna, en el que exhortó a los actuales parlamentarios a "llevarse lo mejor posible". El hemiciclo estaba repleto de diputados, y de quienes lo eran en aquella primera legislatura, en el momento en el que se celebraba la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo.

Bono evoca la solidaridad parlamentaria

Ante ellos, Bono evocó el afecto y la solidaridad que presidió las relaciones entre los diputados durante las horas que duró el intento de golpe de Estado, después de las cuales los ataques inmisericordes y despiadados no cabían entre ellos, y pidió que no transcurran otros treinta años antes de aplicar la benéfica lección de llevarse lo mejor posible. Además de Rodríguez Zapatero y Rajoy, en los bancos del Gobierno estaban los ponentes constitucionales Miquel Roca y Manuel Fraga, y los portavoces de aquel momento, entre ellos Santiago Carrillo, sentado junto al actual presidente fundador del PP. Ocupaban también la primera fila de escaños los miembros de la Mesa del Congreso y el secretario general de la Cámara, y como entonces, público, periodistas y trabajadores del Congreso en las tribunas y en los accesos.

Bono ha querido hacer hoy justicia con el ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez y ha rememorado las críticas "inmisericordes, absolutamente horribles" que recibió antes del 23-F de sus adversarios, entre los que se ha incluido, de la prensa y de sus amigos. Bono ha advertido que había medido sus palabras mientras preparaba el texto, ha definido la figura de Adolfo Suárez, "tan criticada", como "la principal" de aquella época.
Ha sonado entonces la primera ovación desde los escaños, una reacción que, en opinión del presidente del Congreso, le habría encantado a Suárez: "Ojalá se le pudiera hacer llegar el cerrado aplauso de los militares, del jefe del Estado mayor de la Defensa", ha dicho mirando hacia la tribuna de invitados, donde se sentaban hoy los uniformados.

«Suárez merece el mejor de los aplausos»

En opinión de Bono, "la entereza y el aplomo" de Suárez en las horas decisivas del 23-F le otorgaron para siempre el respeto de todos los españoles. "Pocas personas han llegado a conectar en la historia de España con tanta adhesión social como la que hoy tiene Adolfo Suárez; y pocas personas podrán exhibir el cambio que se ha producido desde esta situación actual a aquellas críticas inmisericordes, absolutamente horribles que recibió de nosotros, sus adversarios, de la prensa, y de ustedes, sus amigos", ha dicho mirando hacia la bancada donde en 1981 se sentaba la UCD y hoy el PP.













Bono ha considerado que era de justicia rendir este homenaje al expresidente y poner en valor a una persona que "no puede defenderse, que no puede hablar. Hoy, ha dicho, Suarez merecía "el mejor de los aplausos de la tarde. Y lo ha recibido".

En varias ocasiones, mientras escuchaban las anécdotas recordadas por Bono, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición intercambiaron comentarios salvando el escaño que les separaba. Concluida la intervención de Bono, todos atravesaron el salón de pasos perdidos para salir por la Puerta de los Leones a la escalera principal de la Carrera de San Jerónimo para colocarse en una imagen para la posteridad. En esa imagen, de nuevo en el centro, José Bono flanqueado por José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, y a ambos lados y por detrás, los demás protagonistas del 23 de febrero de 1981. 

Fuente: ABC


El Rey comparte recuerdos del 23-F con los líderes actuales y de 1981

Los líderes políticos de 1981 se han dado cita hoy en el Congreso para compartir un almuerzo con el Rey Juan Carlos, el jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente de la Cámara Baja, José Bono, que sirve de antesala al acto de recuerdo del 23-F programado para esta tarde.


Junto a ellos, se han sentado en la mesa Felipe González, Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Miquel Roca, Alejandro Rojas Marcos, y el que era presidente de las Cortes aquel 23 de febrero de hace treinta años, Landelino Lavilla. El almuerzo ha comenzado pasadas las dos de la tarde, en el comedor de gala del Palacio de las Cortes, ha sido precedido por una foto de familia y el saludo cariñoso de don Juan Carlos a cada uno de los comensales, especialmente a Carrillo.

Antes de que la llegada del Rey, han conversado de forma distendida en dos grupos González, Fraga y Rojas Marcos, por un lado, y Roca, Carrillo y Lavilla, por otro. Las cámaras han captado algunos retazos de las charlas que mantenían, entre ellas el momento en el que González ha comentado que quien era presidente del Gobierno el 23-F, Adolfo Suárez, está "físicamente bien, aunque sigue sin identificar". "Eso no es reversible", ha dicho, en alusión a la enfermedad neurodegenerativa que padece. Fraga ha acudido a la cita en silla de ruedas y Carrillo se ayudaba de un bastón para caminar.

En unas breves declaraciones a los periodistas antes de que llegara el Rey, José Bono, que en 1981 era secretario cuarto de la Mesa del Congreso, ha recordado satisfecho aquel día como "un verdadero punto de inflexión", en el que "el poder definitivamente salió de los cuarteles para residenciarse en el pueblo soberano". Felipe González ha rememorado aquella fecha y ha puesto el acento en que "el fiel de la balanza" de aquella lo inclinaba el jefe del Estado; "y se inclinó de la parte buena", ha anotado.

González ha considerado normal que todavía quede mucho por conocer de un acontecimiento histórico como aquel, pese a que en estos años "han aflorado algunas cosas". A veces "ni siquiera son secretos pretendidos" lo que todavía no se conoce, ha aclarado, antes de preguntarse si hay "alguien que se ha ocupado de leer el sumario entero".

Santiago Carrillo, por su parte, ha confesado tener "muchos recuerdos, lejanos ya, muchos y muy dolorosos" de aquel día. Tras recordar que esa noche "podría haber terminado de mala manera", Carrillo ha subrayado: "Si no hubiera pasado, mejor hubiera sido". No obstante, y ya que ocurrió, ha considerado que al menos sirvió para que España tenga hoy por hoy "un régimen democrático, con todos los líos, los problemas, con la crisis...".

"Pero por lo menos podemos hablar, podemos opinar y eso, si triunfa aquello, no hubiera sido posible", ha incidido el entonces líder del PCE, en cuya opinión en estas tres décadas ha pasado "de todo, cosas buenas y cosas menos buenas". Manuel Fraga ha destacado sobre aquel día: "Todos nos jugamos mucho y salió bien", ya que "la mayor parte de la gente no falló".

Preguntado por la frase que dirigió a un guardia civil en la noche del golpe de Estado -las actas secretas recogen que dijo "disparen contra mí"-, el presidente fundador del PP ha respondido que no espetó tal cosa y que no pensó en moverse de donde estaba. Por fortuna, ha apostillado, "no pasó absolutamente nada". Unos minutos antes que Fraga ha llegado al Congreso Miquel Roca, para quien en un día como hoy lo que hay que resaltar es que el golpe fracasó. "Aquí estamos y ellos -los golpistas- fracasaron; ése es el recuerdo que queda", ha sentenciado el político catalán.

Alejandro Rojas Marcos, de Partido Andalucista entonces, ha preferido no hacer comentarios, al igual que quien era presidente del Congreso cuando Tejero entró armado en el hemiciclo, Landelino Lavilla.

Publicado en: El Imparcial



Democracia y moral


Creo que democracia tiene esencialmente un carácter jurídico-formal (así lo tengo por escrito). Por lo mismo me resulta sospechoso el discurso de los "valores democráticos", tan querido a la izquierda intelectual (Habermas, Arent...). Repito mi argumento: la democracia es un mecanismo para que distintas opciones (políticas, religiosas, morales) se articulen mediante normas, siguiendo unas reglas de juego. En este sentido, es más forma que sustancia. Se puede ser demócrata y de derechas o izquierdas, ateo o creyente, casto o promiscuo. Igualmente se puede ser antidemócrata con todos estos apellidos.

Ahora bien, este formalismo jurídico no puede llevarnos a un equívoco peligroso: pensar que la moral es un asunto indiferente, un personaje no invitado en este teatro. Esto hace que cada cual actúe sin principios, acogiéndose simplemente a la vigilancia del aparato judicial y buscando, aunque sea fraudulentamente, el beneficio propio del grupo (partido, clan, aparato). Lo cual -lo hemos comprobado en más de una ocasión- conduce al desastre y a que el sistema haga agua por todos sus poros. Porque, si la democracia es la forma, la sustancia que se asocia a ella, su contenido es la conducta humana actuando para los demás según unos principios; esto es, la moral. Sin moral no hay cosa pública ("res publica" en su sentido antiguo), y mucho menos democracia (una forma reciente y rara de "res publica", más compleja y, por lo tanto, más delicada) que funcione. Si falta la moral, si la corrupción campa por sus respetos y se convierte en una vigencia social aceptada por la mayoría, este tinglado se cae como un castillo de naipes, tiene la consistencia de una carcasa hueca. Porque no puede haber forma sin sustancia.

domingo, 20 de febrero de 2011

Una sutil diferencia

El Rey, con el inteligente gesto de la semana pasada, cumple con los deberes que la Constitución le impone. Pues bien, el Congreso hace lo contrario: incumple con sus deberes a sabiendas.


El diario “El Mundo” daba a conocer el domingo pasado que el Rey había tomado la iniciativa de reunirse, por separado y en privado, con cuatro ex-presidentes del Tribunal Constitucional. Se supone que el motivo de las entrevistas es la preocupación del monarca por la actual situación del alto órgano jurisdiccional.

El Rey no tiene poderes políticos y su deber es permanecer neutral ante las disputas partidistas. Pero, como recordaba un breve comentario en el diario antes citado firmado por Secondat - pseudónimo que recordarán sin duda muchos lectores de “La Vanguardia” de los años sesenta - “el Rey no es un simple espectador de lo que acontece en la escena política sino el árbitro supremo”. En efecto, el art. 56 de la Constitución establece que “el Rey arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”.

Don Juan Carlos ha ejercido siempre esta delicada función con exquisita prudencia y una vez más así ha sido. ¿Cuál fue el tema de conversación entre el Rey y los ex presidentes del TC recibidos de forma sucesiva? Nadie lo sabe de cierto aunque se supone: se trató, sin duda, del grave deterioro que está sufriendo una institución clave de nuestra democracia debido a los interesados manejos de los partidos, en especial, en el actual momento, de los dos grandes partidos estatales. El rey no gobierna, pero modera y arbitra.

El profesor Tomás y Valiente, inolvidable ex-presidente del TC salvajemente asesinado por ETA, sostuvo que en esta función moderadora y arbitral el Rey puede conjugar muchos verbos: “escuchar, consultar, informarse y puede después recomendar, sugerir, instar, aconsejar”. Creo que, de momento, el Rey ha conjugado los tres primeros y, muy sutilmente, ha insinuado a los responsables de la situación que, si hace falta, conjugará todos los demás. Todo ello sin desbordar sus funciones constitucionales sino, precisamente, cumpliendo responsablemente con los deberes que la Constitución le impone. En efecto, cuando menos una institución, el Tribunal Constitucional, de forma reiterada no funciona de manera regular y los responsables del desaguisado siguen impasibles mirando hacia otro lado. Como dice “Secondat”, el árbitro puede sacar tarjeta roja.

Además, llueve sobre mojado. En los años en que ha estado pendiente la sentencia sobre el Estatut de Catalunya, el TC se ha convertido - con razón o sin ella, la mayoría de las veces sin ella - en la diana preferida de políticos y medios de comunicación. Pero ahora estamos en una fase distinta. Parecía que en diciembre pasado serían renovados todos los magistrados con mandato prorrogado: cumplió el Senado, que llevaba tres años de retraso, pero no el Congreso. Desde primeros de noviembre la cámara baja debe proponer a cuatro nuevos candidatos para sustituir a los actuales. No parece que haya prisa, la cuestión ha desaparecido de la agenda política y hasta se dice que la renovación no tendrá lugar hasta pasadas las elecciones generales, es decir, como mínimo hasta dentro de más de un año.

Dicho claramente, y repitiendo los mismos términos que empleó María Emilia Casas en su memorable discurso de despedida como presidenta del TC: el retraso en los nombramientos es un incumplimiento grave de un inexcusable deber constitucional. Antes decíamos que el Rey, con el inteligente gesto de la semana pasada, cumple con los deberes que la Constitución le impone. Pues bien, el Congreso hace lo contrario: incumple con sus deberes a sabiendas.

Pero a este incumplimiento de los plazos se añade otro más de fondo que dura desde hace años: el procedimiento para la designación de magistrados no se adecua a las finalidades que la Constitución pretende. El complejo sistema de designación – cuyos rasgos básicos regula el art. 159 de la Constitución – está encaminado a que los magistrados sean juristas independientes y técnicamente cualificados para cumplir con la función que tiene encomendada un Tribunal de esta naturaleza. Para conseguirlo, la designación se efectúa por tercios y los elegidos por las cámaras requieren una mayoría cualificada de sus 3/5 partes. Estas mayorías tan holgadas pretenden que los magistrados gocen de un consenso lo más amplio posible entre todos los partidos con representación parlamentaria.

Pues bien, en realidad, el amplio consenso se ha visto reducido, casi siempre, a cosa de dos, PSOE y PP, que entre ambos siempre superan la cualificada mayoría exigida. Además, estos partidos han convertido en costumbre una condición: el sistema de cuotas. Ello implica que cada partido designa libremente a sus candidatos sin acordar los nombres con el otro partido: el consenso, pues, se ha esfumado. Por ello ahora el PP acusa al PSOE de romper con esta costumbre al “vetar” a uno de sus candidatos. El consenso más amplio posible para designar magistrados ha sido sustituido por un sistema de cuotas cerradas con prohibición de veto: la finalidad constitucional ha sido claramente desvirtuada y es preciso volver a ella.

El Rey ha deslizado, astutamente, una sutil advertencia. El Congreso está más que avisado. Sólo falta que los responsables recojan el guante.

Francesc de Carreras Serra, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona (U.A.B.).