por Amadeo-Martín Rey y Cabieses
Hace pocas semanas podíamos leer cómo siete obispos y cientos de sacerdotes y diáconos anglicanos habían optado por reconocer que el Papa es el Pastor Supremo de la Iglesia Universal. La mayoría han acatado, además, el credo católico. Esta deserción masiva, y tan significativa por quienes la realizan - no olvidemos que entre ellos está nada menos que el obispo de Londres Graham Leonard -, tiene causas profundas y antiguas. La reciente puerta abierta a la ordenación de mujeres, gracias a la Priests Measure, que convierte a la Anglicana en una Iglesia reformada más, o las corrientes a favor de una renuncia del Príncipe de Gales a ser futura cabeza - "Gobernador" - de la Iglesia de Inglaterra, han actuado sólo de catalizadores. Del mismo modo que, sin duda, ha obrado asimismo una decisión personal, íntima y meditada que ha tenido por protagonista a un miembro de la Familia Real británica: la Duquesa de Kent, que ha profesado la fe católica - ante el cardenal primado Basil Hume, en la capilla privada de la Archbishop's House, cerca de la catedral de Westminster.
Desde la promulgación del Acta de Supremacía, la ruptura de Inglaterra con Roma por parte de Enrique VIII, paradójicamente Defensor de la Fe (Católica), no ha constituido siempre una insalvable solución de continuidad. Durante el pasado siglo, el movimiento de Oxford y las conversiones de los cardenales Newman y Manning fueron momentos señeros de la crisis anglicana. Dentro de la Monarquía, la reina María Tudor - casada con nuestro Felipe II -, la Reina Enriqueta María - esposa de Carlos I - Carlos II o Jacobo II son ejemplos de reyes católicos de la Gran Bretaña. En la misma Casa protestante de Hannover, Jorge IV, siendo Príncipe de Gales, casó en 1785 con Mrs. Mary Fitzherbert, una viuda católica.
Carecería de exactitud decir, como se ha repetido estos días incesantemente, que la Duquesa de Kent es el primer caso de conversión a la Religión Católica, en nuestro siglo, de un miembro de la Familia Real. La Reina Doña Victoria Eugenia abjuró del anglicanismo el 7 de marzo de 1906, en la capilla privada del palacio de Miramar de San Sebastián - poco antes de casarse con Alfonso XIII -, aunque fuera por exigencias de nuestras leyes. Las bodas reales por doble rito, aún no se acostumbraban a celebrar. Todo ello sin contar con los matrimonios de príncipes ingleses con católicas, que han obligado a aquellos a renunciar a los derechos de la Corona, en virtud del Act of Settlement de 1701. Es el caso del propio hijo de la Duquesa, el Conde de Saint-Andrews - casado en 1988 con la católica canadiense Sylvana Tomaselli -, o de su cuñada, la princesa Miguel de Kent, nacida católica en Bohemia, hija única del Barón Günter von Reibnitz y de la Condesa Marianne Szápáry. Si esta ley no estuviera en vigor en la Gran Bretaña, la Corona hubiera recaído - en nuestreo siglo, - sobre los Wittelsbach, en la persona del actual Duque Alberto, Jefe de la Casa Real de Baviera. Y eso, después de haberse transmitido a través de los Orleans, Saboya y Austria-Este.
Otra de las consecuencias de la decisión de la Duquesa de Kent podría ser, sin duda, la revisión - una vez más, puesto que ya ha sido modificada desde su promulgación - de la mencionada Acta de 1701. Aunque su decisión no afecte a los derechos sucesorios de sus hijos - nacidos de anglicanos casados según esta Iglesia - este acontecimiento quizás anime a los políticos británicos a valorar la conveniencia de mantener, en un mundo en el que la separación Iglesia-estado y la libertad religiosa son hechos ya asumidos, la exclusión de los católicos de la línea de sucesión al trono. Pasados los tiempos en que un Rey, Enrique IV de Francia, podía exclamar alegremente "París, bien vale una misa", está claro que a la Duquesa de Kent no le han movido intereses humanos en su resolución. Especialmente porque, siendo quien es, no ha debido ser fácil adoptarla. Curiosamente, es novena nieta de Oliver Cromwell, presbiteriano y encarnizado enemigo de los "papistas" y de los Estuardos, uno de los cuales - Carlos I - hizo decapitar.
El palacio de Saint James, donde vive la ya nueva católica Katherine Lucy Mary, y la corte de idéntico nombre ante la que se siguen acreditando los embajadores extranjeros, han dejado de ser los mismos a partir del 14 de enero de 1994, en que con sus dos testigos - el Marqués de Lothian y su hija, lady Cecil Cameron -, recitó el Credo de Nicea. ¿Será el comienzo del cumplimiento de la profecía del santo italiano Domingo Savio (1842-1857) de que toda Inglaterra no tardaría en convertirse? Sólo Dios tiene la respuesta.
(Publicado en Monarquía Europea 1992)
1 comentario:
Maravillosa historia, realmente conmovedora. Lo único triste es que ya han pasado 14 años y con ellos la conversión del ex primer ministro Tony Blair y de cientos de anglicanos, la reforma a las leyes inglesas ni quien la considere. Pero eso si, los ataques contra el papa están a todo lo que pueden. ¡ En que mundo vivimos !
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